Señor Director:
Francisco Vidal, en
su columna "Nuestros muros", hace una falaz comparación entre el Muro de Berlín y unos imaginarios "muros", según él, "tan brutales como aquel de Berlín", que tendríamos en Chile. Él les llama "muros" a las desigualdades y contrastes.
Este concepto de "muros" no tiene más objeto que relativizar la gravedad del Muro de Berlín, y de los muros verdaderos, con alambradas, minas y guardias armados, que encerraron cruelmente a las poblaciones de Alemania Oriental, de la URSS y de todas las repúblicas europeas y asiáticas que cayeron bajo el yugo de los socialismos reales.
Como señaló Harry Tisch, alto jerarca del Partido Socialista Unificado de la República Democrática Alemana, condecorado con la Orden Karl Marx, "El Muro era necesario por culpa de Bonn, ya que estaban succionando toda nuestra mano de obra hacia Alemania Occidental". O sea, la gente solo quería escapar del paraíso igualitario.
Asimilar a las desigualdades locales ese tipo de muro es intentar engañar al pueblo con artimañas y sofismas. Revela además un desesperado intento por relativizar las atrocidades del "Socialismo Democrático" alemán oriental.
Hay que recordar que la aventura comunista o socialista real, emprendida bajo el sueño del igualitarismo, cobró la vida de más de 100 millones de inocentes. ¿Para lograr qué? Que finalmente cayera por el propio peso de su absurdo histórico.
¿Qué fórmula ofrece Vidal para derribar esos falaces muros simbólicos?: El igualitarismo. El mismo igualitarismo que prometía el comunismo y que se concretó en ese sistema socialista totalitario.
En cambio, el sistema social de mercados y personas libres termina derribando cualquier muro imaginario, y ha traído prosperidad al mundo moderno. El Estado subsidiario propio de dicho sistema, por su parte, focaliza los recursos y especializa sus habilidades en otorgar protección y dar oportunidades a los más desposeídos.
Esta es la fórmula de la prosperidad y la inclusión, y no el socialismo igualitario, que en su versión real, no imaginaria, ha terminado con los pueblos encadenados y segado millones de vidas, porque es incompatible con las más mínimas libertades.
Gerardo Jofré