Si hoy Colo Colo amaneció puntero es gracias a Jaime "Pajarito" Valdés. Fue el mejor -por lejos- en el primer tiempo, cuando los albos dominaban, pero fue clave cuando se hizo necesario imponer la cordura tras el empate. Calmó los ánimos cuando Fierro, Villar, Vecchio y buena parte del banco presionaban para suspender el partido por el petardo lanzado desde la barra de la Universidad Católica. Ante las dudas de Eduardo Gamboa -que ojalá haga un informe lapidario contra las condiciones en que se jugó en San Carlos-, Valdés fue vital para convencer a sus iracundos compañeros que lo mejor era seguir.
El gol, que salió de una inspiración personal, fue el justo premio a un caudillo positivo, maduro y reflexivo. Que no se deja llevar por la pasión ni la ambición, como muchos de los que lo rodean. A estas alturas, Julio Barroso y quienes lo ampararon generosamente en sus dichos deben haber asumido el error. Este final de campeonato era imposible de arreglar previamente. Era difícil prever el gran nivel de Barnechea, el pánico escénico de un plantel maduro y consagrado como el de la U, las ocho contundentes victorias consecutivas de Wanderers, la trascendencia de la dupla Gutiérrez-Luna y la tranquila influencia de "Pajarito" sobre el resto de los "referentes" en uno de los momentos más complicados del Cacique en esta recta final.
A estas alturas, Barroso merece un castigo más que por sus acusaciones sin pruebas, por haber traicionado la esencia del fútbol: todo puede pasar, sin que medien factores externos ni malabares arbitrales o directivos. Este es el final más apasionante de los últimos tiempos, y las dos fechas que quedan pueden ser de infarto, por lo que escupir el asado o echarle pelos a la leche estaba absolutamente de más.
Colo Colo le ganó a la Universidad Católica porque fue fiel a sus convicciones cuando el viento estuvo a favor, pero "cerró el partido" (tal cual lo pidió el presidente del club) cuando sintió que podía poner en riesgo lo que importaba, que era la suma de puntos. Wanderers convence y a ratos entusiasma, pero no podrá alegar que los cobros le han sido desfavorables. Y la U tropezó porque jamás pudo resolver, ni en el diseño previo ni en los erráticos cambios, las dificultades que le planteó Francisco Bozán.
Será un final inolvidable, épico, cerrado. Que engalana un torneo que, en líneas generales, ha sido increíblemente irregular. Elogiados hasta hace poco, Mario Salas y Pablo "Vitamina" Sánchez enfrentan días difíciles. Y la lucha por la liguilla se definirá por aquel que se caiga menos, porque méritos no hubo muchos. Al margen de los tres en pugna, poco queda para el recuerdo. Ese es el mérito mayor: habrá premio para uno solo, pero los tres aspirantes se merecen lo que están viviendo. Lo mejor que el fútbol les puede deparar. Un espacio soñado para la gloria.