Señor Director:
A nadie sorprenden las periódicas declaraciones del senador Girardi, por lo general vehementes, pero
las que emite el 20 del presente sobre las empresas del sector alimentario, su publicidad y la discusión del Reglamento de la Ley 20.606 exceden todo límite de fondo y forma, de convivencia cívica e impiden cualquier diálogo racional. La diatriba es lo contrario de la argumentación, que es la manera civilizada de llegar a acuerdos y manejar los disensos. En un verdadero bullying verbal, las emprende contra las empresas del sector alimentario, sus productos y su publicidad.
En lo que respecta a esta última, una economía libre y abierta existe y se consuma no solo por la presencia de múltiples proveedores de bienes, sino por su permanente información y confrontación de cara al público. Esa es la función de la publicidad.
Es absolutamente añejo e irrespetuoso asumir al público -sea quien fuese- como entes inferiores, bastante ignorantes, sin mayor juicio, fácilmente sugestionables. Es un prejuicio arraigado y paternal. Pero aquellos que se han adentrado y conocen de primera mano al público en sus afanes cotidianos respetan su experiencia, voluntad y fuertes preferencias. Entre quienes mejor lo conocen están los productores y avisadores.
En el campo de la publicidad no impera la ley de la selva; por el contrario, el país cuenta con una institucionalidad (Consejo de Autorregulación y Ética Publicitaria, Sernac y otros), legislación y códigos de buenas prácticas acordes con los más altos estándares internacionales. Los usuarios de estos recursos son muchos y permanentes, y las resoluciones que objetan piezas y campañas se cumplen con una rapidez ejemplar.
Es fácil constatar que las sociedades modernas, democráticas, dinámicas, participativas, inclusivas, fomentan la educación, la información, el diálogo y el debate, la responsabilidad corporativa y ciudadana, los respetos. Afortunadamente, en eso estamos como país. Por el contrario, la prohibición, la ultra regulación, la mordaza, la amenaza -aunque provenga del Olimpo-, son síntomas de sociedades en involución o derechamente subdesarrolladas.
Bien han hecho las autoridades al abrir canales transparentes para escuchar -y no acallar- a todo aquel que desee hacer aportes a este importante reglamento.
Mario DavisPresidente Asociación Nacional de Avisadores