La foto periodística más llamativa que he visto del entonces hipermillonario brasileño Eike Batista es una de 2012, en la que aparecía casi tendido sobre su enorme escritorio, sonriente en actitud desafiante, delante del ventanal de su oficina, con una panorámica de Río y el Pan de Azúcar. Era su momento de gloria: top one de los ricos de Brasil en pleno boom , y séptimo en la lista de fortunas mundiales de Forbes. Buenmozo y juvenil, se convirtió en una celebridad, admirado por su historia de éxito. Arrogante y sin tapujos declaraba que quería desplazar a Carlos Slim del primer lugar del ranking .
Batista, hijo de un ex ministro de Energía y Minas, partió comprando concesiones mineras de oro en el Amazonas; durante los ochenta hizo lo mismo en Canadá, donde casi quebró. Volvió al auge de Brasil de 2000, y con mucha audacia, y créditos blandos, elaboró ambiciosos proyectos energéticos, mineros, logísticos y de infraestructura (mostrados en perfectas presentaciones de Power Point) con los que logró entusiasmar a inversionistas y recaudar millones de dólares. Su ocaso comenzó en 2013, con la debacle de la petrolera OGX. La creciente deuda y la pérdida de confianza del mercado hicieron el resto.
Hoy, enfrentado a un juicio en el que se juega hasta trece años de cárcel y con una deuda de mil millones de dólares, apenas puede soñar con retener parte de sus propiedades y mantener una pequeña participación en algunas empresas del que fuera su imperio de 30 mil millones de dólares. Nada de autos de carreras, jets o helicópteros. Eike se declara inocente de los cargos de uso de información privilegiada, manipulación del mercado -mediante la venta de acciones justo antes de que se supiera que OGX no tenía las reservas anunciadas, por lo que no cumpliría las metas de producción- y de engañar a los accionistas con un plan de inversión de mil millones que nunca cumplió.
El caso ha pasado a ser emblemático de las posibilidades de procesar en Brasil, por primera vez, a un empresario de nivel global. "Es tiempo de cambio. Es la primera vez que una persona conocida mundialmente, que posee grandes compañías, está en el banquillo. Es un momento histórico para el sistema judicial", dijo el juez. Y dado el clima sensible -con los escándalos de Petrobras-, es poco probable que la justicia sea benevolente con Batista. Hay una voluntad de demostrar que en el país existe un Estado de Derecho y que no hay nada parecido a la impunidad.
En su libro "Brazil", Michael Reid, columnista de The Economist, dice que algunos "ven en el auge y caída de Eike Batista una metáfora de Brasil, una prueba del argumento de que la grandeza de Brasil fue una ilusión basada en el boom de los commodities" . Reid indica que es un error, porque "la verdadera historia de las industrias de materias primas en Brasil es más duradera y mucho más interesante que la arrogancia y la maldición de Eike".
Concuerdo con Reid. Brasil es mucho más que los escándalos de sobornos o los avatares de un millonario ostentoso que hizo fortuna vendiendo riesgosos megaproyectos a deslumbrados inversionistas con un Power Point.