Rumbo al Monumental, con mi amigo Juan Cristóbal Guarello, recordábamos cuántos partidos habíamos visto entre Chile y Uruguay. Más allá de las anécdotas, la coincidencia de opiniones no ofrecía ninguna novedad: ese duelo con los celestes siempre fue duro, complejo, difícil de abordar a partir del orgullo y de la seriedad de los orientales.
El cotejo del martes pasado respondió a esa hoja de ruta. Chile arriba en el marcador con justicia, empujando al rival, pero sin el poder de fuego suficiente para resolver. La Celeste, soportando el chaparrón con el liderazgo y categoría de Diego Godín -quizás uno de los cinco mejores zagueros del mundo- aguardaba la opción de acomodarse. El cabezazo de Diego Rolán, solitario para aprovechar el notable tiro libre con chanfle de Carlos Sánchez, modificó el rumbo.
En el complemento, la escuadra de Jorge Sampaoli ya no tendría el control del juego, que es muy diferente a manejar la pelota. La Italia de España 82, campeona con Enzo Bearzot, no disponía del balón, pero imponía el libreto. A veces este mensaje, tan sencillo, cuesta entenderlo por cuestiones ideológicas.
Antes del inicio, en radio ADN tuvimos una nota sustanciosa con Gerardo Pelusso, el ex DT de la U y la selección paraguaya. Consultado desde la experiencia que significó enfrentar a Chile dirigiendo a los guaraníes, le pedimos que nos dijera las fortalezas y debilidades de la Roja. Su respuesta es para tenerla en cuenta: "Con respeto, opino desde lo conceptual. Chile te puede ganar de mil maneras, pero todos sabemos cómo ganarle a Chile".
El libreto de este equipo que nos ha dado enormes satisfacciones ya es conocido. Los rivales saben de memoria los movimientos. Las irrupciones de Mauricio Isla y Eugenio Mena dejaron de sorprender. La reconversión defensiva no alcanza para equilibrar cuando se pierde la pelota. Un volante central natural, que corte el armado rival, es necesario.
Se ha dicho hasta la majadería que es vital incorporar defensores altos. No solo por los goles de cabeza en contra; también por los balones largos que terminan en la red de Claudio Bravo. El 2-1 de Álvaro González nació en un tiro libre frontal y largo de José María Giménez, donde Gary Medel, Gonzalo Jara e Isla perdieron por arriba y en la refriega.
Se puede pelear, pero es casi tarea imposible dar el salto de calidad si no se resuelve este detalle. Sampaoli no ocupó los duelos con Haití y Bolivia para evaluar alternativas. En su obsesión por ganar hasta en el solteros contra casados, eligió al mismo grupo que lo acompaña desde que se hizo cargo de la Roja.
Se va 2014 y en la memoria me queda esa tarde del 18 de junio. Chile ganó 2-0 a España y eliminó al entonces campeón del mundo. Un par de horas después, en la soledad del Maracaná, con mis compañeros de ADN, Carlos Costas y Rodrigo Hernández, dialogábamos con los colegas Iván Valenzuela y José Antonio Prieto, de radio Cooperativa.
"Se dan cuenta lo que hemos visto hoy", comenté. "Y es verdad", respondió Iván. "Impactante", dijo Rodrigo. "Aún no lo puedo creer", agregó Carlos. "Extraordinario", afirmó 'Toño'.
Los que crecimos con el mito de Colo Colo 73, con el casi casi de Unión Española y Cobreloa en la Libertadores, con la frustración de la Copa América 79, con el porrazo de España 82, cerrábamos una herida.
Aunque suene prematuro, desde ese 2-0 el fútbol chileno nunca más será el mismo.