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Cartas
Sábado 22 de noviembre de 2014
Alimentos: el poder de la publicidad
Señor Director:
Al igual que muchos chilenos, me han impactado las declaraciones destempladas hechas fuera de Chile por el senador Guido Girardi contra las empresas del sector alimentario.
Su problema de fondo es que las empresas, y al parecer un sector del Gobierno y del mundo político, no opinan como él respecto de cómo tener un buen reglamento de etiquetado y publicidad de los alimentos.
Por más de 45 años trabajé en el ámbito de la publicidad y hoy ya no ejerzo, por lo que soy libre de opinar al respecto. Sí debo reconocer que no tengo dieta parlamentaria ni fueros que me protejan, pero creo en la necesidad de hablar con la verdad y no quedarme callado frente a aberraciones, sobre todo cuando estas son realizadas por un personero público.
No es real el poder que el senador Girardi le otorga a la publicidad. Esta, por sí sola, no es capaz de modificar conductas; de lo contrario, bastaría hacer inversiones publicitarias en Biblias o enciclopedias para llenarnos de creyentes o eruditos. De hecho en la URSS, previo a que se permitiera la publicidad, se consumían más cigarros y vodka que en otros países que sí tenían avisaje.
La publicidad permite marcar las diferencias de un producto sobre otro o dar a conocer uno nuevo, pero no tiene la capacidad de cambiar hábitos de consumo, ya que en esto influyen muchos factores, tanto culturales como psicológicos.
En el caso de la alimentación de los niños, los únicos responsables son sus padres, ya que son ellos quienes adquieren los productos en el comercio o les dan dinero para que elijan por su cuenta.
Al intentar prohibir la publicidad como medida de control, el senador Girardi solo muestra su clara tendencia totalitaria. Solo su verdad es la que vale y por lo tanto tiene que lograr impedir que alguien manifieste una visión contraria. Inclusive su propio gobierno, al que amenaza por los diarios de no seguir apoyándolo con su voto si las cosas no se hacen como él quiere.
La mala política puede ser aun más dañina que la propia obesidad, mientras que la buena política ha hecho grande a este país. Claramente el senador Girardi no es el vocero de esta última y somos muchos los chilenos que queremos un buen país, con buenos políticos, incluso aunque lleguen a tener algo de sobrepeso.
Martín Subercaseaux