El tema de los premios de la selección era de fácil solución.
Bastaba que hubiera diálogo entre las partes, que el Sindicato de Futbolistas tuviera -esta vez- ganas y determinación para intervenir, y que los referentes del "grupo" explicaran por qué dividieron la torta de esa manera, tan equivocadamente. Se habrían evitado así ventilar un tema incómodo y se habría conseguido lo que pretendió Sampaoli: que todos habláramos del buen momento de la Roja y que la imagen de nuestros ídolos no fuera materia de debate.
Lo que resultaba muy extraño era evadir el tema. O apelar a eufemismos, como insistir en que fue una decisión del "grupo", sin precisar cuál es el "grupo".
Está claro que no todos componen el grupo; ni siquiera la mayoría de los seleccionados. Y no sabemos, siquiera, si el "grupo" actuó de manera unánime.
Lo que es grave y complejo, en mi criterio, es que estemos volviendo a la dictadura del camarín. Ese ejercicio viejo y reiterado que adquieren ciertos equipos (y selecciones) cuando logran aglutinar una suma de voluntades que son capaces de imponer sus propios términos, con la venia de dirigentes complacientes o temerosos. Varias veces en la historia reciente un puñado de futbolistas, guiados por líderes potentes, se pusieron por sobre el sentido común, la dirigencia, la opinión pública o los intereses colectivos. Abundar en ejemplos -cercanos o lejanos- es odioso y redundante.
El poder del camarín se puede hoy apreciar con toda nitidez en Colo Colo, que cerró filas en torno al zaguero Julio Barroso, pese a que para casi todo el mundo la forma y el fondo de sus dichos están equivocados.
La reacción solidaria de un vestuario, el albo en este caso, demuestra que sus jugadores creen tener un poder superior al cuerpo técnico (increíblemente solidario), a su dirigencia, a los tribunales del fútbol y, obviamente, a todo quien ose reprocharle su comportamiento.
Es tanto su poder, que creen posible seleccionar a quienes ingresan a su feudo, cerrándole el paso al mismo presidente del club. O también amenazar con el caos total si el fallo contra Barroso no les conviene.
En la Roja, es el mismo núcleo duro el que toma cada vez más decisiones. No se trató solo de los premios, sino que amparados en el éxito, el talento, el liderazgo y la popularidad de un equipo que ha marcado historia (han clasificado por primera vez a dos mundiales consecutivos, varios triunfan en clubes grandes y llegan a la Copa América 2015 como uno de los favoritos), cree pertinente dar lecciones de moral y comunicaciones. Tal como los albos, sin ninguna autocrítica.