¿Cuándo fue la primera vez?
Hace tres años y un poco más, por esas fechas sucedió.
Seguro que hubo alguna ocasión previa, un par o tres o cuatro, es probable, pero no tengo memoria de esos acontecimientos.
Fue el 18 de enero del 2012.
Lo tengo presente y todavía me da nervios.
Fue algo que me marcó.
Me acuerdo como si fuera ayer.
Hasta lo tengo anotado: ese día crucé por primera vez una barrera psicológica.
La traspasé con conciencia y sabiendo lo que hacía, porque venía leyendo con alarma que el dólar estaba a la baja, a veces a punto de desplomarse y aguantó, parecía mantenerse por encima de los 500 pesos, a duras penas, resistiendo y de repente se fue por un tubo y casi me chupa a mí.
Bajó de los 500 pesos y así fue como crucé la barrera psicológica.
De más está decir que anduve psicológicamente mal durante varios días.
Destruido, anímicamente desplomado y lleno de dudas e inseguridades.
Había pasado una barrera psicológica y el hecho iba a afectar mi tranquilidad mental, sin duda alguna. Mi capacidad de concentración, que reconozco mínima, y mi memoria selectiva, donde lamentablemente retengo puras leseras.
También estaba esperando los cambios de ánimo, incluso síntomas de depresión y esperé y esperé y esperé.
Resulta que no pasó nada.
Absolutamente nada.
Seguí siendo el mismo de siempre. Qué le vamos a hacer.
Además, a las semanas, el dólar se recuperó y de nuevo cruzó una barrera psicológica, pero esta vez hacia arriba.
O sea, que la barrera es psicológica cuando sube de 500 y también cuando baja de 500.
¿Y cuando la cifra es de 600 pesos el dólar?
Se repite el procedimiento.
Si supera los 600, como a comienzos de septiembre, se rompe la barrera psicológica.
Y si baja de 600, como a inicios de octubre, se cruza una barrera psicológica.
¿Se trata de la misma barrera?
No, siempre se trata de barreras psicológicas distintas.
La del petróleo está a 100 dólares el barril.
La del oro en dos mil dólares la onza.
¿Cuál es la barrera psicológica del pan?
Hay que saber de qué pan estamos hablando.
No de pan integral o de centeno o sin sal, ni el butterzopf o la baguette, tampoco el pan francés o el bollo, que me gusta tanto, porque esos panes no saben de barreras psicológicas.
Hay que limitarse a las marraquetas y hallullas: mil pesos el kilo.
¿Bencina? La barrera psicológica es mil pesos el litro de 93 octanos, y no en las regiones extremas, porque en esos lugares hace mucho tiempo que se rompió la barrera psicológica.
¿Cobre? Tres dólares la libra.
¿Existen realmente las barreras psicológicas?
Por supuesto que no. No son más que un invento típicamente chileno. Carecen de utilidad y es un concepto creado por economistas, y replicado y repetido por los periodistas económicos que vuelan bajo y las agarran al vuelo.
Esto es como tantas cosas en Chile.
Es puro nombre y pura boca.
Fuego artificial y humo.
No significa nada de nada.
Y eso explica, entonces, que la famosa barrera psicológica no es barrera y tampoco es psicológica.