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Editorial
Viernes 31 de octubre de 2014
Angustias de Ucrania
Si la UE quiere ver a Ucrania formar parte del mundo europeo, tendrá que jugarse fuerte por ella.
Rusia continúa desafiando a Ucrania y a sus aliados occidentales, en apoyo de las regiones separatistas del este, esta vez al anunciar que reconocerá los resultados de las elecciones legislativas y presidenciales organizadas para este domingo en los territorios controlados por las fuerzas prorrusas. En esa zona los rebeldes boicotearon la votación oficial que en el resto de Ucrania -excepto Crimea- tuvo lugar el domingo pasado, en la que triunfaron los partidos proeuropeos del actual Presidente, Petro Poroshenko, y del Primer Ministro, Arseni Yatsenyuk. Con esa decisión, Moscú arriesga que no se levanten las sanciones impuestas a las petroleras y a algunos personeros cercanos al Kremlin, porque estas dependen del cumplimiento de los acuerdos de cese el fuego, y otras condiciones pactadas entre Rusia y Ucrania.
Después de meses de tensiones en Europa por la crisis de Ucrania, la situación está lejos de resolverse. Los combates continúan en forma intermitente, mientras informes aseguran que las tropas rusas no han dejado el territorio ucraniano. Estas escaramuzas fortalecen a los independentistas, quienes ven cómo las fuerzas de Kiev y los desorganizados voluntarios que los apoyan no logran dominar el territorio. Un nuevo elemento se ha sumado a las preocupaciones por la pacificación de la zona: Polonia anunció que realinearía sus fuerzas militares en la frontera oriental para estar preparada ante una eventualidad bélica en la región.
Si el escenario político de Kiev estuviera estabilizado, ayudaría a avanzar en cualquier solución. Pero lo cierto es que Poroshenko tiene que reorganizar el gobierno, pactando con varias fuerzas políticas que lo ayuden a consolidar un país que, antes de los conflictos del este, ya sufría de desórdenes internos. Marginados los comunistas del Parlamento, y con las fuerzas de extrema derecha muy diezmadas, los sectores moderados cercanos al Presidente y el Premier tienen buenas oportunidades para resolver los otros graves problemas que sufre el país. Las arcas fiscales están prácticamente vacías, la situación del suministro de gas desde Rusia no está resuelta, quedando pocas semanas para el invierno, y los ucranianos esperan que se produzcan las ansiadas reformas económicas y al sistema judicial que terminen con la corrupción endémica -un flagelo que está detrás de gran parte de la inestabilidad política- y sí lleguen inversiones extranjeras imprescindibles para salir adelante.
Se debate en la Unión Europea si es necesario ir en ayuda de Ucrania, y qué tipo de asistencia es la más adecuada. El FMI quiere que el nuevo gobierno ajuste sus cuentas como condición para darle un crédito de 17.000 millones de dólares, entregado en cuotas, una parte del cual podría servir para cancelar la deuda de gas con Rusia. En estos días debe pagar 1.450 millones de dólares, y otros 1.650 millones antes del 31 de diciembre. Si la UE quiere ver a Ucrania formar parte del mundo europeo, tendrá que jugarse fuerte por ella; de lo contrario, no podrá salir de la actual crisis, que nuevamente podría arrojarla a los brazos del oso ruso.