Solo sabremos cuáles son las verdaderas intenciones de la reelecta Presidenta cuando ella anuncie a los integrantes de su futuro gabinete, especialmente al ministro de Hacienda. La Mandataria y el Partido de los Trabajadores (PT) salen de las urnas debilitados; con el menor caudal de votos jamás conseguido tanto para la Presidencia de la República como para el Congreso.
Por región, es posible ver la reducción de la votación del PT. En 2010, la candidata Rousseff venció en tres regiones: norte, nordeste y sudeste. Este domingo venció en el norte y nordeste. Su voto se incrementó solo en el noreste, donde recibió el 72% de los votos contra el 70% en 2010. En el norte, conservó el 57%.
En el centro-oeste, en lugar de un virtual empate como en 2010, bajó de 57% a 43%. En el sureste, a pesar de la victoria en el estado de Minas Gerais, descendió del 56% al 44%.
El nuevo gobierno tiene por delante un mandato muy difícil, básicamente debido a la propia "herencia maldita" con que tendrá que lidiar. No solo en la parte económica, sino sobre todo el combate a la corrupción, como el caso de Petrobras que ya está en proceso y que puede involucrar a numerosos políticos del Congreso y del Ejecutivo.
Existe el riesgo de ver a la propia Dilma o al ex Presidente Lula lidiando con las acusaciones de Alberto Yousseff que reveló la revista Veja la semana pasada.
Tenemos, por tanto, crisis económicas, políticas e institucionales ya programadas, y poca capacidad negociadora de la Presidenta para enfrentarlas, por lo demostrado hasta ahora, incluso en el discurso tras su victoria, cuando permitió con una sonrisa en los labios los gritos de guerra de los militantes contra la prensa independiente, en la figura de la Red Globo, mientras el presidente del PT, Rui Falcao, apuntaba hacia arriba con el pulgar.
Su llamado a la concordia y al diálogo podría ser un buen recomienzo si no viniera aparejado con su insistencia de hacer una reforma política con la aprobación de un plebiscito. Control a los medios y llamado a plebiscito sobre las formas de gobierno son recetas típicas de regímenes autoritarios de países vecinos muy a gusto con sectores importantes del actual gobierno brasileño.
Si la Presidenta se dispone para hacer un gobierno marcado por su sello personal, tendrá ahora que negociar dos veces dentro de su propio partido, que pasó un tremendo susto, y no va a querer dejar en manos tan incompetentes el futuro de un proyecto político que pretende perpetuarse en el poder. Y en el Congreso tendrá una oposición revitalizada con la mayor votación recibida desde el fin de la era de Fernando Henrique Cardoso, justamente en el momento en que el proyecto político y económico del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) fue recuperado.
Aun perdiendo, Aécio Neves hizo cosas admirables en esta elección: enfrentó los ataques del PT contra las políticas del PSDB, revitalizando el legado del Plan Real y exorcizando la leyenda de que perdería votos quien se enfrentara al PT o a Lula.
La oposición aprendió esta vez a ser oposición de verdad y será mucho más dura la próxima legislatura bajo el liderazgo de Neves, presidente del PSDB.
Las dificultades que tuvo el Partido de los Trabajadores para reelegir a Dilma demuestran el agotamiento de ese modelo. En la campaña se utilizaron métodos muy negativos para conseguir los objetivos.
La legitimidad de un mandato no se basa en sí mismo, sino más bien en la manera de cómo fue conquistado.
Aunque la campaña petista ha tenido el nivel común a las grandes democracias como en los Estados Unidos, no es buena señal que hayamos importado ese tipo de marketing político negativo, en vez de equipararnos con democracias más avanzadas que reprueban mecanismos como ese.
Merval PereiraO Globo/Brasil/GDA