Con seguridad, Julio Martínez, referencia del periodismo deportivo local por más de 50 años, se daría vueltas en su tumba si revisara los diarios del lunes.
La segunda división o Primera B (un título siútico y arribista) desapareció del mapa. Apenas se consignan los resultados. Las fichas técnicas desaparecieron. Si alguien quiere saber cómo formó Deportes Concepción, Coquimbo Unido, Deportes La Serena o Deportes Temuco, por ejemplo, que investigue. Vivimos en un mundo global, pero me gustaría saber quién hizo los goles de Iberia a Deportes Concepción.
Cosas de la modernidad, de un país que cambió, donde se busca sorprender a los ciudadanos hasta terminar con nuestra capacidad de asombro. Ramiro Mendoza, contralor general de la República, habló sin limitarse de los debates que sostiene la sociedad civil, varios de ellos resorte del organismo que él dirige. Lo hizo en una actividad académica, olvidando que el cargo se ejerce las 24 horas del día, los 365 días del año.
Debió renunciar, pero no lo hizo. Sus argumentos y los de sus defensores reflejaban no entender los derechos y deberes de ciertas funciones públicas.
La semana anterior, otra vez nos encontramos con un desatino que no tuvo correlato en las consecuencias. El embajador en Uruguay, Eduardo Contreras, valiente abogado y defensor de los derechos humanos durante la dictadura, tampoco entendió su rol. Dio una entrevista al periódico "La Diaria", con opiniones de política contingente y de nuestro pasado reciente, impropias para un diplomático en funciones.
Lo sensato era dejar el cargo y evitar un problema a la Presidenta de la República. Prefirió humillarse y leer una declaración. Zafó, pero mantuvo la tendencia. Salvo que me echen, no me voy.
El deporte forma parte de la sociedad. Es la mayor expresión de entretenimiento del planeta. Por eso no escapa a la realidad. Lo vivimos en la dictadura, donde el fútbol nacional inició un proceso de degradación ética y moral, que concluyó el 3 de septiembre de 1989 con el escándalo de Roberto Rojas en Maracaná.
Esta semana, una vez más, me veo superado. Leí en este diario la entrevista a Cristián Varela, primer vicepresidente de la ANFP, presidente del Comité Organizador Local del Mundial Sub 17 y gerente general de Chilefilms, la empresa que otorga casi el todo el servicio que recibe el CDF (Canal del Fútbol). Lo más probable es que, por su tonelaje operativo, esta compañía será la que producirá el torneo de octubre próximo.
Mi amigo Sergio Gilbert, autor de la entrevista, hizo todas las preguntas que el tema requería, apuntando al evidente conflicto de interés que surge de la posición de Varela. Pero él, no sé con qué lógica, nos quiso explicar que todos estamos equivocados. Que ubicarse en ambos lados del mostrador es una cuestión común y corriente, que por ningún motivo habrá alguna colisión en sus decisiones. El interrogatorio y las respuestas pusieron en evidencia lo impresentable de los argumentos de Varela; también su precariedad.
¿De qué estamos hablando? ¿En qué momento este país se puso patas pa' arriba? ¿No habrá alguien que en la vida pública o en el fútbol le ponga el cascabel al gato? ¿O es muy tonto lo que estoy diciendo?