Alejandro Jofré es un enólogo que trabajó por diez años en Los Maquis y Calcu, dos viñas de Colchagua que mostraron que los tintos de ese tradicional valle chileno no solo tenían que ser maduros y golosos, también podían ser refrescantes, con alcoholes bajos y moderados por la acidez.
Tras dejar el cargo de enólogo, en 2013, se dedicó ciento por ciento a un nuevo proyecto, esta vez en su natal Curicó, otra de las zonas que se ha caracterizado por ofrecer vinos golosos y opulentos, nacidos bajo el sol abrasador. "El Valle de Curicó no es más cálido que Colchagua, y en ambos lugares se pueden hacer vinos frescos y equilibrados, con acidez natural y alcoholes moderados" dice Jofré.
Gracias a sus contactos en la zona, este enólogo pudo poner sus manos en un viñedo joven, en la zona de Itahue, plantado hace diez años con variedades como garnacha, tempranillo o cariñena, junto a otras más conocidas como carmenere. Gracias a un viaje a Galicia, donde probó tintos refrescantes y ligeros, se le ocurrió hacer algo similar. Y ahí nació el concepto de su línea Vinos Fríos del Año. "Está asociado a vinos jóvenes, frescos, versátiles, con una acidez natural que los hace distintos", dice Jofré.
Pero una cosa es hacer ese tipo de vinos en las frías y lluviosas tierras gallegas y otra es hacer esos vinos bajo el sol curicano. La clave fue atreverse a cosechar antes. "Cortar un día antes o después hace gran diferencia. En vinos más tradicionales, con mayor alcohol, te puedes demorar una semana más en cosechar y da un poco lo mismo, pero en este tipo de vinos no".
El resultado son dos Vinos Fríos del Año, un rosado de garnacha que se bebe y refresca mejor que una cerveza, y un tinto hecho de cariñena, carmenere y tempranillo que sigue la misma línea de súper frescor y chispeante acidez, pero que suma a eso una profundidad tremenda en sabores. Parece simplecito, pero la verdad es que es mucho más que eso.
La viña Tres Palacios es hoy la mejor fuente de merlot en Chile. Desde sus viñedos en el Maipo Costa, ha logrado una consistencia y carácter con una cepa que, por estos días, intenta recuperar terreno en el mercado mundial.
Parte responsable en esa tarea es el enólogo Camilo Rahmer, que hace los vinos de Tres Palacios y que trabaja en un proyecto paralelo. Se trata de Sierras de Bellavista, en Colchagua.
Pero en una Colchagua muy distinta a la que conocemos hasta ahora. Sierras de Bellavista se encuentra en la cordillera, a unos 1.100 metros de altura. Allí el paisaje no tiene nada que ver con las zonas más bajas. Mucho verde, lagos cristalinos y nieve. "Mi familia va a la Sierra de Bellavista hace unos 30 años. Tenemos una casa allá y desde que estoy en esto de la enología, pensaba que sería un lugar especial para plantar. Hace un tiempo me acerqué a Jacques Ergas, propietario de un campo en el lugar, para contarle cuál era mi idea. Luego de recorrer el campo, me dijo: ¿Y, cuándo comenzamos?", recuerda Rahmer.
Esta sociedad hoy tiene una hectárea y media de chardonnay, media de pinot y una de riesling. Y recién acaban de vinificar la primera cosecha de esas muy jóvenes parras que han tenido que madurar sus uvas en condiciones extremas. "Estamos a 1.100 metros de altura. Allí las temperaturas son aún más frescas que la costa de la zona central, pero con una amplitud térmica mayor. El invierno es crudo y puede llegar a caer un metro de nieve. En el verano, en tanto, hay que cuidarse de la luminosidad de la montaña", dice Rahmer.
Esas condiciones han hecho que sus vinos sean completamente distintos a todo lo que se conoce de Colchagua y de Chile. En especial, su riesling que tiene una fuerza y una garra que lo hace ser un compañero perfecto, por ejemplo, para un sándwich de arrollado. Pero además es una delicia de acidez, de frescor de sabores frutales que ofrece a montones. Si creyeron conocer Colchagua, yo que ustedes lo pensaba mejor.