Hacer aparecer lo indudable como discutible no es buena práctica. Pero se hace.
Lo ha hecho Jorge Osorio, un buen árbitro, al analizar su cometido en el Superclásico. El propio Christian Vilches debe tener claro que jugó gratis después del cabezazo a Patricio Rubio. Y Osvaldo González debe saber que debió partir con tarjeta amarilla después de su fiera entrada al comienzo del partido. Ni el cabezazo fue una "provocación" ni lo de González fue que "no le dio a la pelota".
En su fuero íntimo, Osorio seguramente lo sabe. Pero, tentado a hablar muy encima del partido, prefirió manejar sus palabras tal como manejó el partido. Por cierto, tampoco es aceptable aquello de que las circunstancias de cada encuentro pueden modificar decisiones que son reglamentarias. Al contrario, debe suponerse que un partido de por sí caliente no se va a atemperar haciendo concesiones a la mala conducta. Puede pensarse, en este sentido, que dejar pasar sin tarjeta aquella primera falta condicionó el futuro del arbitraje y la disposición de los jugadores.
El futbolista siempre va a tratar de sacar ventajas de todas las situaciones, actuando dentro o fuera de reglamento, y es misión del árbitro marcar las fronteras con líneas gruesas que no dejen lugar a dudas. A estas alturas es iluso -y lamentable- pretender que un juez cuente con la colaboración de los rivales para sacar adelante un partido. Sencillamente eso no sucede y es mejor no incorporar matices al reglamento. Consecuente con sus declaraciones, Jorge Osorio habría arbitrado de otra manera si se hubiese jugado en el estadio de la U. (Es una situación imaginaria, igual que el estadio.)
Luis Enrique también decidió hablar muy temprano y también intentó negar lo evidente. O matizarlo. No podía negar que se dirigía a Lionel Messi desde el borde del campo, pero podía negar lo que decía.
Lo que le decía era que lo reemplazaría, cuando quedaba un cuarto de hora del partido contra el modesto Eibar y la cuenta estaba 3 a 0. Y Messi le respondía que no saldría. Enrique, a la hora de hablar, dijo que le preguntaba al jugador cómo se sentía y si estaba en condiciones de seguir. Y luego cambió a Neymar, al que no le preguntó eso ni otra cosa.
El episodio solo parece confirmar lo que siempre se ha dicho respecto a un dominio absoluto de Messi sobre los cuerpos técnicos. Joseph Guardiola no se fue contento. Tito Vilanova no tuvo peso, se dice. Gerardo Martino habría sido instrumental al jugador en su breve paso por el club. Quién sabe cómo fue, pero nos alegra que Alexis haya salido de su esfera de influencia.
Es evidente, asimismo, que no deben recaer en la misma persona un cargo gravitante en la ANFP y otro cargo importante en una compañía ligada comercialmente con aquella. Es lo que sucede con Cristián Varela, vicepresidente de la ANFP, y gerente de Chilefilms, la firma que produce la televisación de los partidos para el CDF, mayoritariamente propiedad de la primera.
Recién nos ha explicado -una vez más- que él no se siente protagonizando un conflicto de intereses. Que no lo hay, porque cuando hay materias conflictivas se abstiene.
Pero sabe, como lo saben Osorio y Enrique, que no es así. Que eso no se hace.