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Editorial
Martes 21 de octubre de 2014
Debate en la Cámara
La crítica que se les hizo a los diputados por el rol que cumplieron -o dejaron de cumplir- en el proyecto de reforma tributaria, bien podría extenderse ahora al proyecto de reforma educacional, lo que habla de que lo que ocurrió entonces no fue una excepción ni un hecho aislado...
Dos han sido las jornadas de debate en la sala de la Cámara de Diputados sobre el proyecto de reforma educacional, que debiera votarse hoy y pasar al Senado. Pese a la importancia de la materia, que ha dominado la discusión pública en todo el país durante los últimos meses, lo que se ha observado en el hemiciclo resulta decepcionante tanto en la forma como en el fondo.
En lo formal, es difícil comprender que en sesiones que no se extienden por más de tres horas, apenas una treintena de diputados -en el momento de mayor asistencia- estén simultáneamente presentes. En palabras de una frustrada apoderada que asistió el debate, "uno vota por ellos para que vengan a trabajar". De lo que se observa, el juicio que naturalmente surge es que gran parte de los diputados no tiene disposición a escuchar otras posiciones y a formarse una opinión propia que informe su voto. Más bien parecen inclinarse por lo que sus partidos determinan, en conversaciones internas que tienden a ser reafirmadoras de las ideas preconcebidas con que cada uno llega. Este modo de operar puede reflejar el atrincheramiento en que caen los diputados, lo que atenta contra el debate constructivo capaz de abrir caminos con soluciones realistas e innovadoras.
En los temas de fondo, los argumentos que han primado están más en la línea de las consignas que de las ideas serias. El propio presidente de la comisión de Educación de la Cámara Baja, Mario Venegas (DC), criticó el tono del debate por ser "de una pobreza que avergonzaría las discusiones que se han dado a lo largo de la historia en esta materia".
Visto en perspectiva, la crítica que se les hizo a los diputados por el rol que cumplieron -o dejaron de cumplir- en el proyecto de reforma tributaria, bien podría extenderse ahora al proyecto de reforma educacional, lo que habla de que lo que ocurrió entonces no fue una excepción ni un hecho aislado. Por el contrario, parece abonar la idea de que la Cámara de Diputados tiene dificultades para ponerse a la altura del debate que el país reclama, y que es el Senado el lugar donde este se da con la seriedad y perspectiva requeridas. Como señaló la diputada Karla Rubilar (Amplitud), "una vez más la Cámara discute mal, no llega a los consensos necesarios y tiene que ser el Senado el que, efectivamente, cambie el proyecto".
Como hace décadas no ocurría, el país está inmerso en un debate profundo, que incluye los pilares sobre los cuales se ha sostenido el progreso que lo ha llevado a un nivel de desarrollo sin precedentes. De quienes tienen en su poder el mandato ciudadano para decidir por dónde continuar se espera un debate con más reflexión y profundidad que las que han mostrado varios diputados en estos meses.