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Cartas
Jueves 02 de octubre de 2014
Gratuidad en educación superior
Señor Director:
"Sabe a jabón, pero es queso", es el conocido dicho que alude a un porfiado que no quiere reconocer lo que prueba su paladar. Aquí se aplica. El impuesto a un graduado de la universidad que estudió "free at the point of delivery", "sabe" igual a un pago futuro de acuerdo al ingreso del graduado, con nombre y apellido y que retribuye a la sociedad que costeó su educación; una educación que forma capital humano y por ello le cobra a él por el beneficio que recibe.
"Sabe" igual a un préstamo a un estudiante sin recursos que se pagará con sus ingresos laborales; y fíjese usted que "sabe" igual a una contribución ex ante que hacen los imponentes a los fondos de pensiones, con nombre y apellido, que capitalizamos ahorros en una cuenta especial y que me dará un beneficio previsional cuando jubile. No es reparto desde un fondo común anónimo. Sin embargo, el "porfiado" quiere creer que el "sabor" es otro, que el impuesto o el préstamo al señor graduado no lo paga el graduado, a pesar de que recibe la notificación del SII o del banco, que le recuerda que tiene una deuda o una contribución contingente a su ingreso laboral. No, el impuesto especial es una ficción; no existe, es pura gratuidad universal, tiene aspecto, textura y sabor a jabón, pero es queso.
Me imagino que Humpty Dumpty, para quien las palabras significan lo que a él le place que signifiquen, se sentiría más cercano a Fernando Atria y su contumaz insistencia de que un impuesto a los graduados no tiene domicilio conocido: de ahora en adelante es pura gratuidad universal, o sea, la educación la paga Moya. Pero no es así. El impuesto a los graduados de una universidad es específico, como cuando se paga un peaje, no hay gratuidad, lo paga quien estudió o utilizó la autopista. Por el contrario, el alumbrado público frente a su casa, lo paga el Estado con rentas generales; eso sí puede llamarse gratuito, ya que a usted no le va a llegar nunca un cobro.
El señor Atria defiende el impuesto a los graduados y estoy dispuesto a suscribirlo como instrumento para pagar la educación superior, porque está acorde al principio: quien recibe, paga. Pero entonces, ¿por qué la polémica? Mi interpretación es que la Nueva Mayoría vendió la idea de educación superior gratuita financiada con rentas del país; es la consigna diaria. Pero algunos intelectuales de izquierda, "aggiornados" con la modernidad, importaron desde Europa la propuesta de cobrar a los graduados por la educación recibida un impuesto especial. El modo de conciliar las posiciones es hacer creer que se trata de lo mismo.
Habrá que ver si a quienes se les dijo que la educación superior sería gratuita, los estudiantes, el día de mañana cuando reciban por carta certificada el cobro del impuesto respectivo, actúan como el porfiado que al probar el jabón igual se lo traga como si fuera queso. Veo difícil que en este caso se confundan: son muy distintos.
Carlos Williamson B.