1.- Carlos Heller, en su obsesión por empujar el anhelado estadio de la Universidad de Chile, anunció que "siempre tiene un plan B". Bueno está, aunque es de esperar que sea mejor que el plan A, que esta semana quedó al borde del naufragio por razones que eran más que obvias: el club obvió las dificultades que presentaba el terreno, los líos y ripios históricos de la cesión de la Laguna Carén, no sopesó siquiera los requisitos de construcción y debió solicitar más tiempo -hasta diciembre- para realizar los estudios de impacto vial, la mayor complejidad que enfrenta el proyecto.
Apenas falló la estrategia, lanzaron a la pelea el Parque Brasil de La Granja (¡un parque público!) y luego reflotaron La Pintana, sin aclarar si esta vez sí habían hecho los estudios mínimos de factibilidad para meter ahí un estadio. ¿Por qué no lo hacen en serio para variar y parten por donde corresponde? Primero los estudios y luego el anuncio. Parece increíble que después de tantos años de Azul Azul todavía no exista ni una sola alternativa respaldada por estudios consistentes. Ya va siendo hora.
2.- Creo que las modificaciones a la Ley contra la Violencia en los Estadios que propone el Gobierno son abusivas, apuntan equivocadamente, no tendrán resultados y ocultan los fracasos policiales y administrativos en la lucha contra las barras bravas. Me encantaría participar de lleno en ese debate pero, con honestidad, no quiero. Y no quiero porque estoy seguro de que no habrá debate, ni contrapropuesta de la ANFP, ni estudios constitucionales ni legales de las sociedades anónimas deportivas para sustentar su defensa. Ni mea culpa de Quilín por su total y absoluta inoperancia para controlar el principal problema de la actividad y el fracaso de su plan actual, presentado al gobierno anterior. No quiero porque, como era previsible, el único argumento de defensa del fútbol fue correr a esconderse debajo de las polleras de la FIFA y de la Confederación, sin lanzar un solo argumento en contra. Solo una amenaza: "Entonces vamos a jugar sin público".
¿De verdad no tienen nada que decir? ¿En serio quieren mantener el sistema anterior, con la fuerza pública actuando gratuitamente y por mandato para frenar un fenómeno que los mismos clubes generaron, sin hacerse responsables y sin sanciones ni siquiera ante sus propios tribunales (como pasó con el caso Barnechea y San Carlos recientemente)? ¿De verdad hicieron un Consejo para escuchar la declaración de la Conmebol y para preparar nuevas amenazas (como que la Copa América, que financia el Gobierno, no podrá realizarse) sin aportar ningún proyecto alternativo? ¿Realmente harán lobby en el Congreso solicitando ayuda a los parlamentarios que usan a las barras bravas durante los períodos eleccionarios? De nuevo la dirigencia nos decepciona en toda la línea. Por eso no repetiré ni diré públicamente otra vez que la ley que se discute es excesiva en muchos tonos y aspectos.
3.- Iván Zamorano no robó, ni hizo chanchullo en la Bolsa de Comercio ni pasó boletas de la familia para eludir impuestos. No se coludió ni le quitó plata a los cotizantes. No hizo lucro con los ahorros del resto, ni los defraudó con sus ahorros. Lo digo porque algunos lo han tratado con más encono y bronca que a prestigiosos dirigentes del fútbol que por estos días están siendo investigados legal y éticamente. Zamorano se endeudó -millonariamente- y tiene problemas con los bancos. Aunque en estos casos tiendo a empatizar más con el deudor que con las instituciones financieras, entiendo que el goleador no solo asumirá su deuda, sino que está dispuesto a pagarla con patrimonio personal. Y que los bancos sabrán cobrarla, por supuesto.
Dicen que se demoró mucho en "dar la cara". Hay un par de dirigentes -accionistas ligados a la U y Colo Colo- que hicieron cosas increíblemente graves, a los que aún no se las veo. Y nadie los crucifica.