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Cartas
Lunes 29 de septiembre de 2014
La epidemia silenciosa
Señor Director:
Durante la década pasada, nuestro país experimentó grandes avances en salud: se creó el Plan AUGE, se mejoró la cobertura de salud para varias enfermedades y se dieron pasos significativos en la promoción de una vida sana. Como consecuencia de algunas de estas intervenciones, disminuyó la mortalidad por enfermedades cardiovasculares y por cáncer en general, así como mejoró la atención de varias enfermedades, como las mentales. Pese a todo lo anterior, las muertes por suicidio aumentaron en forma alarmante en nuestro país: según cifras del Ministerio de Salud, hubo un alza de un 60% entre 1999 y 2007, especialmente entre mujeres y adolescentes.
A nivel mundial también se ha observado una tendencia en aumento, lo cual ha llevado a que la Organización Mundial de la Salud haya llamado a las naciones a invertir más esfuerzos en prevenir el suicidio. En ese contexto, el mes de septiembre ha sido elegido internacionalmente para centrar la atención en este fenómeno y aunar esfuerzos.
Para prevenir el suicidio se requieren intervenciones de responsabilidad ministerial central o de los servicios de salud, como la detección de personas en riesgo, mejora del acceso de personas con trastornos psiquiátricos a intervenciones de salud mental y perfeccionamiento del sistema de registros de intentos suicidas y suicidios. Pero esto no basta; la prevención del suicidio es responsabilidad de todos.
Un primer aspecto a tener claro es que el suicidio sí se puede prevenir. En la actualidad existen tratamientos especializados para personas con alto riesgo suicida -como la terapia conductual dialéctica- que han demostrado su eficacia en el tiempo. Sin embargo, esto no podrá dar resultado si no se elimina el estigma social que sufren las personas que acuden a tratamientos en salud mental. Esto último es un fenómeno complejo: las personas con enfermedades mentales son discriminadas socialmente, lo cual en muchos casos se traduce en una reticencia a pedir ayuda especializada. Sorprendentemente, esta discriminación comienza muchas veces en la misma familia del afectado, continuando en su círculo laboral y social.
No nos podemos quedar con los brazos cruzados frente a esta epidemia silenciosa, ni tampoco responsabilizar a las autoridades sanitarias de este fenómeno. La responsabilidad es de todos.
Dr. Francisco Bustamante Volpi
Psiquiatra de Clínica Universidad de los Andes
Profesor de la Escuela de Psicología de la Universidad de los Andes
Especialista en prevención de suicidios