En medio de este caos internacional, un libro con el título "World Order" ("Orden mundial") no se puede leer sino con grandes expectativas. Más, si el autor es Henry Kissinger, que a sus 91 años expone con la misma lucidez de otras obras su visión del sistema global, las tensiones, desafíos y, sobre todo, peligros a los que estamos expuestos. "Nuestra época, insistentemente, en momentos incluso desesperadamente, está en busca de un concepto de orden mundial", escribe. La pregunta que traspasa todo el libro es si EE.UU. puede tener una política exterior que saque al mundo del actual desorden, que incluye terroristas, guerras religiosas en Medio Oriente, desafíos tecnológicos, irrupción de una potencia como China -en desacuerdo con las reglas establecidas por otros- y de una Rusia en busca de su nuevo estatus, y de un Irán nuclear. Es un mundo, dice Kissinger, "de realidades contradictorias crecientes".
Kissinger es de esos pocos académicos que pudieron poner a prueba sus postulados, y por eso su opinión vale. Pero haber actuado en política en los controvertidos años de Richard Nixon le ha significado ser uno de los más denostados teóricos de las relaciones internacionales. Aún tiene incondicionales, los realistas que, siguiendo a George Kennan y Hans Morgenthau, creen que los estados no deben actuar motivados solo por ideales (promover la democracia y los derechos humanos, por ejemplo), sino que tienen que sopesar las circunstancias y buscar una armonía entre el interés nacional (poder) y las reglas aceptadas.
No es raro que alguien que ha estudiado (y admira) el sistema europeo de equilibrio de poderes del siglo XIX, lo presente como un ejemplo de estructura que permitió la paz por cien años, y que vuelva a este, tal como lo hizo en el gobierno, cuando imaginó, y puso en práctica, una multipolaridad que reconocía a China y la URSS, junto a EE.UU., Europa occidental y Japón, como los actores principales del orden que reemplazaría el esquema bipolar de la Guerra Fría. Y concluye, una vez más, que, con ajustes, es el único sistema que puede funcionar.
¿Y sobre Estados Unidos? Kissinger dice que para liderar y jugar un rol responsable en la evolución de este esquema, EE.UU. tiene que responder varias preguntas clave, como: ¿qué quiere prevenir a cualquier costo?, ¿qué quiere lograr en forma unilateral, y qué con ayuda de aliados?, o ¿qué valores quiere llevar adelante?
Con todo, Kissinger hace prevenciones, porque reconoce que existe debate en su país; que los estados están bajo fuertes presiones (desde el traspaso de soberanía en la Unión Europea, a las guerras sectarias en el mundo árabe que desintegran los estados); que hay un choque entre una economía globalizada y los sistemas políticos nacionales, y que, a pesar del Consejo de Seguridad de la ONU y de tantas cumbres, no hay una instancia efectiva de consulta y cooperación. Pero le da crédito al proponer una acción concertada en el Consejo para evitar que el Estado Islámico consiga "hacer metástasis" en Irak, e instaurar su califato.
Lo que me decepcionó del libro es que América Latina está nombrada apenas tres veces, y solo para decir que no fue consultada sobre la Doctrina Monroe ni menos sobre el "corolario" de Roosevelt, y para comentar, a la pasada, que la región fue afectada por la crisis financiera de los 80. Eso es todo. No me parece casual. Creo que Kissinger simplemente no toma en cuenta para nada el aporte que puede hacer América Latina al (des)orden mundial.