En la entrevista que otorgara a "El Mercurio" la directora de Codelco Laura Albornoz, nombrada en ese cargo por la Presidenta de la República, se refirió a diversos aspectos de su nueva labor, así como a las circunstancias que rodearon el cambio del presidente ejecutivo de la empresa, Thomas Keller. Indicó que había un fuerte contraste entre la manera en que se desempeñan los cargos en el poder ejecutivo y aquella en que se desenvuelve el trabajo de un órgano colegiado como el directorio de una empresa. En el primero, dijo, "tienes que mostrar lo que haces; si no, la gente tiene la sensación de que no estás gobernando", mientras que en el segundo, "se espera que tomes las decisiones en reserva y le des orientaciones a la administración". Respecto de la decisión tomada en la primera reunión que tuvo el nuevo directorio, una vez incorporados los nombramientos hechos por la Presidenta, en la que se destituyó al presidente ejecutivo, afirmó que "había una mala evaluación de su gestión de parte del comité de auditoría interna de Codelco".
En su momento, no solo llamó la atención que el directorio se autoimpusiera, extemporáneamente, la necesidad de definir la continuidad de su presidente ejecutivo en la primera reunión que tuvo, sino, especialmente, porque trascendió que la evaluación de su gestión había sido buena. En efecto, ahora que Albornoz afirma lo contrario, los cuatro directores que formaban parte del mencionado comité de auditoría interna de la empresa se han visto en la necesidad de desmentir sus dichos,
en carta enviada a este diario, y, contrariamente a lo afirmado por ella, corroboran que ese comité consideró "positivo y extremadamente profesional el desempeño del señor Keller durante todos los años en que desempeñó el cargo". No solo eso, sino que lamentan la referencia pública que Albornoz hiciera a esos temas, sensibles para la "sana convivencia y el trabajo del directorio", agregando que con eso ella viola un acuerdo explícito de darle al presidente del directorio la exclusividad en materia de declaraciones públicas respecto de la empresa. Lo anterior lesiona las confianzas, tan necesarias para el buen desempeño del directorio de una compañía gravitante para los destinos del país como Codelco.
Este desencuentro, que además se enmarca en un estilo que ha querido imponer Albornoz en su trabajo directivo -"por eso viajo a las divisiones, me meto a la mina subterránea, viajo a Ventanas, etc."-, puede prestarse a interpretaciones de diversa naturaleza, y constituye una señal de alerta respecto del funcionamiento de los estratos más altos de la principal compañía estatal. En vez de generar valor, esto tiende a difuminarlo y confundirlo, y es labor del presidente del directorio el buscar los caminos para desactivar este foco de potenciales problemas. Codelco enfrenta inmensos desafíos, todos insertos en la lógica de los negocios -enormes inversiones en proyectos estructurales cruciales para la compañía, elevar fuertemente los índices de productividad laboral, especialmente en Chuqui, mejorar la eficiencia general de su labor, entre otros-, de modo que las desavenencias en criterios tan básicos como los reflejados en este incidente requieren ser resueltas a la brevedad, para no afectar la senda de recuperación de crecimiento y generación de valor que la ciudadanía espera de Codelco. Si la empresa fuese privada, la constatación de este tipo de tensiones al interior del directorio haría bajar el precio de sus acciones. En este caso, esto provoca remezones en los agentes que deben decidir la cuantía del riesgo que toman al financiar sus proyectos.