Hay una contradicción enorme en la filosofía clínica de la selección de Jorge Sampaoli, que mientras no sea resuelta le arrastrará la fama de ser un técnico que lesiona a sus jugadores, lo que provoca el enojo de sus pares y de las instituciones a los que esos futbolistas representan.
La contradicción estuvo siempre. Desde que el seleccionador aseguró que "convocaría solo a aquellos jugadores que estén en un cien por ciento de sus capacidades para ir al Mundial". Lo dijo a propósito de Jorge Valdivia que, pese a no llegar en plenitud de condiciones, fue convocado igual, considerando el notorio avance que tuvo en un año. La lista de los lesionados que finalmente estuvieron en Toca da Raposa es alta, partiendo por Vidal. Medel jugó hasta el límite; Felipe Gutiérrez aún sufre las consecuencias del riesgo. Mena, Aránguiz y ahora Toselli son otros buenos ejemplos para demostrar que no era necesario estar óptimos para ser sometidos a la exigencia del trabajo de Sampaoli.
Esa es la gran contradicción. Uno entendería -y hasta compartiría- un discurso más abierto y radical: "La prioridad de los jugadores es la selección en la alta competencia. Estarán igual, sea cual sea su condición y riesgo, porque nuestro lema es privilegiar a la Roja". Así, podría sentirse públicamente orgulloso del increíble esfuerzo que han hecho para lucir el escudo. Pero eso no pasa. El mensaje es confuso y, a veces, poco transparente.
Pongamos los ejemplos recientes. A Esteban Paredes le bastó un certificado de su club para eximirse de la gira a Estados Unidos por una pubalgia. Pero a Carlos Carmona, pese a tener también un informe de su club, lo hicieron viajar igual... para devolverlo de inmediato.
Ni hablar de Christopher Toselli: en Juan Pinto Durán y San Carlos sabían que estaba lesionado, lo que no lo eximió de las duras sesiones físicas, con los resultados ya conocidos.
El principal argumento de quienes no quieren a Sampaoli es que "exprime" a sus jugadores hasta límites inadmisibles, lo que pone en riesgo su carrera y su futuro. Lo que -en mi criterio- es una tesis que exime absolutamente de responsabilidad a los propios futbolistas, que adhieren generosamente a esas peticiones, como en el caso de Vidal y Medel, aunque ambos estuvieran negociando traspasos trascendentes. ¿Y los médicos? En este debate parecen más preocupados de guardar las lealtades gremiales que de exponer sus puntos de vista, siempre condicionados por las necesidades deportivas y económicas de sus clubes o de la Federación.
El asunto es tan extraño, que en Miami Vidal ironizaba, se enojaba y desmentía cualquier información sobre su rodilla señalando que "estaba perfecta". Y Medel, otro que debería sentirse protegido y resguardado por la discusión sobre su físico, desechaba cualquier interrogante con desdén. Demás está decir que opinó hasta el presidente de la ANFP, pero la voz médica no apareció por ninguna parte.
Sampaoli, por lo pronto, debería clarificar su discurso, si quiere evitar el cartel de reventar a sus jugadores. Que, por lo pronto, nos diga una cosa: ¿para estar en su selección hay que estar al cien por ciento o no? Y si un jugador llega con problemas a las convocatorias, ¿quién asumirá los riesgos de su reconocida alta exigencia? Y una tercera: si esta es una selección de alta exigencia, ¿seguirán jugando los que no están al tope de su capacidad, porque no hay confianza en los recambios, por más contradictorio que sea el discurso?