Que Alexis Sánchez se haya convertido en el jugador que es hoy es fruto de lo que podría llamarse una perogrullada. El tocopillano tiene tal calidad técnica, tantas condiciones naturales, que su evolución solo ha seguido un curso obvio de crecimiento.
Pero no solo eso. Sánchez es él y también, parafrasendo a Ortega y Gasset, sus circunstancias. En su carrera, desde sus inicios en Cobreloa hasta llegar hoy al centro del fútbol en Europa, el "Niño Maravilla" también ha sido moldeado de acuerdo a las opciones y necesidades de quienes lo dirigieron. Y en esa ruta se ha ido formando como jugador.
Alexis ha crecido en cada paradero. En cada espacio de tiempo. Ya no es solo el rápido puntero que encaraba en forma insultante y que bien se destacó en el ámbito local y en las selecciones juveniles. A partir de su paso por River y en especial de su salto a Europa, Sánchez fue agregando variabilidad a su juego, poder de gol y algo que es fundamental: adaptación a las muy distintas propuestas tácticas, tanto en sus equipos como en la selección adulta.
Pero si bien eso le ha acarreado dividendos, también, curiosamente, le ha provocado ciertos conflictos de identidad.
¿De qué juega Sánchez hoy? ¿Cuál es el puesto que realmente le puede ayudar a desarrollar todas sus potencialidades? ¿Dónde se siente más cómodo?
Alexis, en realidad, hoy está transitando en el limbo.
Da tantas posibilidades, entrega una oferta tan variada, que hoy los entrenadores caen en la tentación de ubicarlo, reubicarlo y volver a cambiarlo pensando que su solo talento servirá para conseguir objetivos específicos.
Jorge Sampaoli, en la selección nacional, ha dado muestras de ello. En los últimos amistosos, Alexis Sánchez fue ubicado como único delantero adelantado (México) -con posibilidades de movimiento variadas, pero solo en un sector cercano al área-, mientras que ante Haití, derechamente el seleccionador le dio la misión de ser una especie de "enganche" (no en toda su dimensión, porque a Sampaoli no le gustan los volantes clásicos de traslación de pelota).
Los resultados fueron variados, aunque claramente Sánchez pareció sentirse más cómodo unos metros más atrás, teniendo más el balón, aun cuando careció de un buen socio para terminar bien las jugadas (solo se activó y dejó de tratar de terminar él las jugadas cuando entró Eduardo Vargas).
Pero este proceso de reconversión permanente también lo está viviendo Sánchez en Arsenal. Y con mayor profundidad.
Quizás alertado por los cambios que el tocopillano sufrió en su paso por Barcelona y también con las experimentaciones en la Roja, Arsene Wegner vio en él la opción de encontrar una pieza táctica importante.
Convengamos que Wegner es un DT de esos dogmáticos, que sienten que los esquemas anteceden a los jugadores. Y Sánchez -tal como le pasó, por ejemplo, al holandés Van Persie cuando estuvo en Arsenal- aparece como un estilete controlado, sumergido bajo los dictámenes colectivos, que lo hacen -como aconteció en el debut de la Champions League, donde fue un volante externo por la izquierda- cumplir funciones que pueden incluso estar alejadas de su naturaleza.
Sánchez requiere posicionarse. Le gusta tener el balón. Quiere ser él quien determine por dónde entrar a la defensa rival. Es por naturaleza un buscador y un definidor. No debería estar a estas alturas satisfaciendo obsesiones técnicas.