Digamos que una gran reputación no tiene. Al menos, la reputación que ostentan otras cepas como el cabernet sauvignon o el pinot noir, uvas que de solo pronunciarlas emanan una cierta sensación de encanto. Uno sabe que con ellas se hacen algunos de los mejores vinos del mundo, o al menos de los más caros.
En comparación con ellas, la garnacha o grenache es más bien una suerte de pariente del campo, un pariente lejano por cierto, que es mucho más rústico y que desde casi siempre ha sido empleado para vinos simples, de esos que se beben con las longanizas o los porotos en medio de una jornada laboral en, no sé, el sur de Francia. Para ocasiones especiales, están los otros.
Sin embargo, en el mundo del vino siempre se están rescatando cosas: regiones, técnicas y, por cierto, cepas. A la garnacha ya le ha tocado hace un buen tiempo ser redescubierta. Primero en Priorato, la notable zona en las montañas de Cataluña. Ahí, sobre suelos negros de pizarras y bajo un sol de los mil demonios, da vinos concentrados y firmes, para cortarlos con cuchillo.
En el sur de Francia, otro de los hogares de la garnacha, también hace rato que se le tiene como regalona. Es, por ejemplo, la base de los Châteauneuf-du-Pape, los tintos del sur del Ródano que también suelen ser cargados y potentes, mientras que en Tavel está la cepa con la que se hacen algunos de los mejores rosados de Francia y del mundo. Y como si fuera poco, también es la estrella en los vinos fortificados y dulces de Banyuls, sobre las laderas graníticas de los Pirineos franceses.
La constante en todos estos lugares es que se trata más bien de climas con mucho sol y calor, dos cosas que la garnacha agradece para dar buenos vinos. Y sol y calor es precisamente lo que sobra en Chile, así es que no resulta nada de extraño que, con tanto experimento y ensayos varios en el vino chileno, haya también una creciente comunidad de garnachas hecha en el país.
"Creo que hay que buscar zonas semi cálidas y cálidas, con suelos que tengan piedras desde granitos, pizarras, piedras de río y con algo de arcilla. Por ejemplo, zonas como Aconcagua, Maipo medio, Colchagua y obviamente Maule. El secano y los cerros le encantan y produce una expresión frutal alucinante", señala Felipe Tosso, responsable de Grey GCM, una mezcla deliciosa y jugosa de garnacha (el 50% de la mezcla) más monastrell y cariñena, dos cepas que también gustan del sol y del calor para dar buenos vinos.
El Grey de Ventisquero no fue el primero en usar esta mezcla de cepas, pero sí fue el que ha puesto la idea de cepas mediterráneas en el tapete. Y hoy muchas otras viñas han sacado vinos bajo ese concepto "mediterráneo", entre ellas, Vibo de Viu Manent, que tiene un 70% de garnacha; Montes y su Outer Limits CGM con cariñena, garnacha y monastrell; el nuevo Antu de Montgras (sale a la venta en noviembre), que también pone a la garnacha como estrella con un 70% del blend, más syrah y carignan, mientras que otras viñas han apostado a la garnacha cien por cien, como es el caso del nuevo proyecto (aún no en el mercado) de Luis Felipe Edwards bajo la línea LFE900 y el Collection Grenache de Casa Lapostolle.
"El vino que nos están entregando nuestras parras de garnacha es de una fruta roja muy intensa, fresca. También notas herbales y florales. En la boca es bien lineal, vertical, muy jugoso y de taninos firmes, y aunque se suavizan con el tiempo de crianza en barricas, siempre están bien presentes", señala Rafael Urrejola, quien acaba de integrar a su línea TH de Undurraga, un nuevo miembro hecho con un 60% de garnacha, más cariñena y monastrell.
Tal como sus demás colegas en el nuevo rumbo de vinos hechos con uvas amantes del sol, este TH es una delicia en jugosidad y también en frescor, pero a la vez con un cuerpo rotundo y amplio que puede aceptar hasta el más troglodita de los asados de cordero o hasta el más potente de los almuerzos en base a porotos con longanizas. Comida simple y rústica para estas cepas lideradas por la garnacha que, poco a poco, están abriendo un nuevo y alucinante camino en el vino chileno con sabores que nada tienen que ver con los de nuestros habituales cabernet o merlot, pero que tampoco nada tienen que envidiarles.