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Editorial
Martes 16 de septiembre de 2014
La inteligencia en debate
Un servicio desconectado de la autoridad política carece de atribuciones y uno que dependa solo de ella puede ser fácilmente instrumentalizado por el líder de turno...
Los últimos atentados terroristas han propiciado algún debate en torno a la configuración y atribuciones de los organismos de inteligencia y las policías. Este debate es positivo y necesario, entre otras razones, porque ha puesto en evidencia las grandes dificultades que existen para establecer un sistema adecuado de prevención y sanción de esta clase de amenazas. Entre estas dificultades se halla una tan asombrosa como histórica falta de coordinación entre los diversos organismos competentes. Una clara muestra de ello es la propuesta de la Fiscalía en orden a integrar 180 agentes de inteligencia a sus propias filas, que define como "analistas de información criminal". Además de sorprender, la propuesta resulta preocupante, pues podría revelar cierta desconfianza respecto de las fuentes policiales de información, o bien, equivale a una confirmación de que las fuentes policiales virtualmente no existen o no tienen acceso a toda la información pertinente.
La discusión parece haberse concentrado hasta ahora en la índole civil o policial del organismo encargado de la inteligencia, en la posibilidad de que este organismo cuente con herramientas especiales de investigación, como los agentes encubiertos, y en la forma de utilizar la información obtenida para fundar acusaciones y acreditar hechos en un proceso penal. Todos estos problemas, y otros que se han mencionado durante estos días, cuentan con soluciones técnicas más o menos probadas en otros países. Así, por ejemplo, tanto en los Estados Unidos como en Alemania e Inglaterra existen reglas claras y exhaustivas, hasta donde es posible, respecto de la admisibilidad y límites de la actuación de los agentes encubiertos y su rol tanto durante la investigación como en el juicio oral. Lo mismo puede decirse de la protección de ciertos testigos y la delación compensada.
El problema más complejo, sin embargo, no es de índole técnica. Propuestas como la de la Fiscalía reflejan que es muy difícil, cuando no imposible, establecer una autoridad superior de inteligencia a la que reporten efectiva y completamente todos los organismos que realizan acopio y análisis de información relevante. La experiencia histórica muestra que la parcialización de la información es una forma de subsistencia de estas entidades, que se legitiman y adquieren poder precisamente en la medida en que controlan retazos de información. Posiblemente la única forma de resolver este problema consiste en que los organismos de inteligencia reporten directamente a la autoridad política del momento, la única que tiene suficiente poder como para ejercer un control efectivo. Pero esta fórmula entraña al mismo tiempo el grave riesgo de utilización de la inteligencia con fines de política partidista o contingente, como también enseña la historia.
Es muy importante que el debate originado por los últimos atentados no pierda impulso y que la solución se aborde con una perspectiva de largo plazo, comenzando por resolver la cuestión más compleja: un servicio desconectado de la autoridad política carece de atribuciones y uno que dependa solo de ella puede ser fácilmente instrumentalizado por el líder de turno. A partir de una definición contundente al respecto, todos los demás problemas deberían encontrar una solución técnica adecuada. Entre estos últimos se encuentra especialmente la necesidad de definir con total claridad la forma de utilizar a posteriori, en la persecución penal de los delitos ya cometidos, la información recopilada por los organismos de inteligencia. La ley no puede prestarse a dudas en esta materia.
Con independencia de las soluciones técnicas, es crucial que el país aproveche la coyuntura para mejorar sustancialmente su sistema de prevención, pues las amenazas a la democracia no solo provienen del terrorismo, sino también de la corrupción, del lavado de activos, y de una delincuencia cada vez más compleja, organizada y transnacional.