Otra vez el público colmó el Teatro Municipal para el estreno de "Turandot" (Puccini) del ciclo "Ópera estelar"; solo el palco presidencial estuvo vacío, como es habitual. Volvió a brillar la mano segura del excelente maestro Andriy Yurkevych, que cuidó a los cantantes en todo momento y que lleva esta partitura con resolución, subrayando el lirismo y siempre en busca de un sonido envolvente. El coro tuvo una gran noche, con un desempeño grandioso en los numerosos momentos de lucimiento que la partitura le ofrece. Aníbal Lápiz se ocupó de la reposición del montaje firmado por el fallecido Roberto Oswald, un trabajo efectivo en términos de gran espectáculo.
Interesante intérprete, la argentina Mónica Ferracani no es la voz que se tiene en mente para Turandot, pero ella sale airosa del desafío. Siendo una soprano lírica y no dramática, su valor en este papel se encuentra en la línea de canto y en el uso del registro medio; los agudos, en cambio, fueron tensos y algo gritados. Tuvo un traspié en "Straniero, ascolta", al inicio de los enigmas, pero con audacia y garra llevó adelante el rol, al que aportó una figura imperial y un fino trabajo de actriz.
Volvió a triunfar la soprano Paulina González como Liú, con su seguridad musical y su material plástico y de interesante personalidad. El rol, sin embargo, en términos expresivos y de estilo, necesita de una exploración mayor de su parte. Es probable que la voz de Paulina evolucione hacia el lírico spinto , de modo que se le aconseja ir paso a paso. Notable el Calaf del tenor José Azócar por la fortaleza de su canto y porque consigue sortear las enormes dificultades del exigente papel. Aunque el agudo de "Ardente d'amor" resultó apenas, su actuación fue un crescendo de entrega. Un gran aplauso premió su muy correcto "Nessun dorma".
Chile debería exportar cantantes para Ping, Pang y Pong. Tal como en el primer elenco, los intérpretes de esta función -Sergio Gallardo, Pablo Ortiz y Sergio Járlaz- hicieron un trabajo espléndido en términos de cohesión musical y actoral, añadido el hecho de que su planta de movimientos es prácticamente una coreografía. Aunque con su material vocal algo opaco, el bajo Homero Pérez-Miranda fue un conmovedor Timur. Completaron el reparto el tenor Gustavo Morales (Emperador Altoum) y el barítono Arturo Jiménez (Mandarín), que cumplieron a carta cabal con sus cometidos.