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Editorial
Lunes 15 de septiembre de 2014
Enfoques Internacionales: ¿Ser o no ser británico?
El nerviosismo por el resultado del referéndum sobre la independencia en Escocia logró algo que en política casi nunca se consigue: la unidad de los tres principales políticos británicos, en campaña de última hora para evitar el incierto rumbo que puede traer una escisión del Reino Unido.
Es difícil imaginar a Gran Bretaña sin Escocia, y eso ha hecho que el lema "Queremos que se queden" sea una súplica a los 4,2 millones de escoceses residentes que pueden votar el 18 de septiembre. Las encuestas han dado un resultado favorable al "No", es decir, a mantener la unión, pero bastó que un sondeo diera dos puntos más al "Sí" para que las alarmas se encendieran y se dejaran de lado los mensajes negativos, centrados en los peligros del quiebre.
En Escocia los conservadores no son bien recibidos. Pero eso no disuadió al Premier David Cameron de partir al norte a convencer a los indecisos. Para Cameron, quien negoció con el líder independentista la realización de este referéndum hace dos años, una derrota puede ser fatal para sus aspiraciones de ser reelegido en mayo próximo, e incluso podría costarle el cargo antes, si hay una revuelta interna en su partido. Para Gran Bretaña, que Escocia se independice sería el fracaso de un proyecto construido durante 300 años, en el que cada parte ha mantenido su identidad dentro de una patria mayor, reconocida como una de las potencias mundiales.
Sin Escocia, hay más probabilidades de que si se hace un referéndum sobre la permanencia en la Unión Europea, gane la opción del retiro. Los escoceses compensan el euroescepticismo inglés.
Todo vale para que se queden. A las atribuciones políticas que ya tienen, un Parlamento propio, con un sistema educacional y legal separado, ahora, conservadores, laboristas y socialdemócratas ofrecen mayores poderes que se plasmarían en una ley antes de enero. El artífice del plan es el ex Premier laborista Gordon Brown, quien como escocés tiene gran legitimidad y mayor opción de éxito frente a audiencias cada vez más escépticas. Sería, dicen, una suerte de sistema federal, en el cual Escocia tendría competencias fiscales y en el manejo de los servicios públicos. Un "soborno de último minuto", dijeron los independentistas.
La triste historia del desastre de Darién
Escocia está vinculada a Inglaterra desde el Acta de Unión de 1707, firmada en un momento de gran debilidad económica, tras el fracasado intento escocés de formar un imperio. En 1695, empresarios escoceses formaron una compañía de comercio con la que quisieron emular a la East India Company inglesa para negociar con las colonias. El asunto es que no tenían colonias, y para remediarlo ocuparon una zona del Golfo de Darién, en Panamá, lugar estratégico para el comercio con el Lejano Oriente. Ahí levantaron un asentamiento que en menos de cinco años estaba totalmente desmantelado, dándose por fracasadas las dos expediciones que llevaron a unos 2.600 colonos, de los cuales sobrevivieron unos pocos cientos.
Ni España, que reclamaba las tierras, ni la imperial Inglaterra tenían interés en que floreciera esta empresa. Las condiciones climáticas, las enfermedades y el fracaso en conseguir negocios terminaron en lo que se conoce como el "Desastre de Darién". Escocia y sus nobles, comerciantes y gente común habían invertido toda su fortuna en el sueño de un imperio colonial, y muchos resienten hasta ahora el que esa desafortunada empresa obligara a Escocia a firmar el Acta, que los salvó de la bancarrota, pero les quitó la independencia.
Las aristas que causan inquietud
Hay muchas aristas de una eventual independencia escocesa que causan inquietud. Van de lo más simple -¿habrá control fronterizo?- hasta asuntos delicados: una unión monetaria, cómo dividir la deuda y las reservas petroleras (84% en aguas escocesas), o la incorporación del nuevo Estado a la Unión Europea y la OTAN, dos membresías que no serían automáticas.
La cuestión de la moneda es quizás la más compleja. Londres ya dijo que en ningún caso aceptaría una unión monetaria, y el Banco de Inglaterra señaló que esta sería imposible sin tener una política común y los mismos criterios regulatorios y fiscales. Para ello, una Escocia independiente debería ceder soberanía, y nadie piensa que estaría dispuesta a hacerlo. Según el gobernador del banco inglés, si "esterliniza" unilateralmente, Escocia necesitaría unas reservas de más de 20 mil millones de libras esterlinas (unos US$ 32.000 millones) para mantener la estabilidad financiera, porque ya no contará con esa entidad como prestamista de último recurso.
"Integración fiscal e integración bancaria son elementos esenciales en una zona monetaria óptima", señaló Paul Krugman, en una columna muy crítica de la independencia. Y mientras no ingrese a la UE y cumpla los criterios exigidos, tampoco podría usar el euro.
Los independentistas, en cambio, están optimistas. Calculan ingentes ingresos por impuestos al petróleo, y concluyen que estarían mucho mejor solos. Si se hace realidad su aspiración, dicen, podrían financiar la construcción de "un país más próspero y justo", aprovechando el altísimo ingreso per cápita que tendrían: US$ 45 mil. No consideran, al parecer, el costo de crear, y mantener, todas las instituciones necesarias para un Estado, que hoy corren por cuenta de Londres. Con votantes que parten desde los 16 años, prometieron trabajos para que los jóvenes no emigren.
Para muchos, el verdadero desafío de Escocia no es gobernarse a sí misma sino globalizar su economía, que se quedó atrás en la competencia con Asia.