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Editorial
Lunes 15 de septiembre de 2014
Inversiones chilenas en el exterior
Los inversionistas nacionales se comportan, al respecto, como cualquier otro inversionista internacional, y utilizan las mismas mejores prácticas para tener éxito en su esfuerzo...
La reciente inauguración de la planta de celulosa Montes del Plata en Uruguay, una inversión conjunta entre la compañía chilena Arauco y la sueco-finlandesa Stora-Enso, constituye un ejemplo que ilustra el dinamismo con que las empresas chilenas incursionan en el exterior. Dicha planta contempló una inversión de casi US$ 2.500 millones, la inversión más grande de la historia de Uruguay, y contribuye al prestigio que ha alcanzado el impulso emprendedor chileno en los círculos internacionales.
La primera ronda de inversiones chilenas en Latinoamérica durante la década de 1980 estuvo motivada por la expansión de la economía de mercado en la región, en lo que Chile era un líder. Muchas de ellas se dirigieron a Argentina, aunque tuvieron resultados dispares. Posteriormente, en las décadas siguientes, el exitoso crecimiento de las empresas nacionales más grandes hizo necesaria la ampliación de sus mercados hacia otros países, con instalaciones e inversiones en ellos, pues de otra forma ese crecimiento se vería amenazado. En algunos casos ellas se hicieron con socios locales, en otros con socios extranjeros, como el caso de Montes del Plata, y, en algunos solos. Es así como las empresas de retail , de servicios médicos, de distribución de combustible, de celulosa, de servicios informáticos y farmacéuticos, de transporte aéreo y constructoras, salieron del país y expandieron sus operaciones, transformándose en verdaderas empresas regionales, y, en algunos casos, globales.
En momentos en que la inversión en el país ha perdido dinamismo, tanto porque la economía doméstica ha perdido fuerza como porque el entorno político-económico del país se ha vuelto menos atractivo para invertir, el hecho de que las compañías chilenas continúen invirtiendo en el exterior es una señal de que el espíritu emprendedor sigue vigente, y que, como es natural, este se despliega donde encuentra las mejores oportunidades. La madurez del sector emprendedor nacional, la exposición que ha tenido a diversas coyunturas positivas y negativas en los últimos 30 años, y la sofisticación del mercado financiero nacional e internacional al que está en condiciones de acceder, le confieren los elementos necesarios para incursionar con inversiones cuantiosas en otros países, de la misma manera en que lo pueden hacer en Chile.
Los inversionistas nacionales se comportan, al respecto, como cualquier otro inversionista internacional, y utilizan las mismas mejores prácticas para tener éxito en su esfuerzo. Se trata de un activo que el país ha desarrollado junto con su desarrollo institucional, y ahora debe procurar que no se desvalorice.