Raul Neira B.

Cuarenta y dos días debieron pasar para que Universidad Católica volviera a saborear el elixir del triunfo.

El equipo de Julio César Falcioni había ganado por última vez el 2 de agosto (5-1 sobre Cobreloa) y enseguida entró en un túnel que parecía no tener salida.

Fueron siete partidos sin ganar -cuatro por el Torneo Apertura, dos por la Sudamericana y el empate con Iberia por la Copa Chile-, reuniones de urgencia entre el DT y Cruzados SADP, peleas entre jugadores y una hinchada que, cansada de tantas frustraciones, manifestaba su rabia de manera cada vez más violenta.

El triunfo sobre San Marcos de Arica, con dos conquistas de José Luis "Ribery" Muñoz, fue mucho más que la suma de tres puntos. Fue el desahogo y un golpe de confianza; una especie de liberación ante tantos malos momentos vividos en poco tiempo.

¿Mejoró futbolísticamente el elenco de Falcioni? En ciertos aspectos. El pressing funcionó mejor (bien el trabajo de Fabián Manzano) y el bloque defensivo mostró más seguridad; al debe, todavía, las transiciones ofensivas (reconocido por el mismo estratega) y mayor claridad en posición de contraataque.

La UC vuelve a tener 15 días de trabajo (se topará con Cobresal el 27 de septiembre), tiempo suficiente para seguir mejorando. La urgencia era ganar. Y la salvó.