Después de los padres, los abuelos son quienes más quieren a los niños, y es por ello que se trata de una experiencia de enorme significación emocional para nietos y abuelos, que cuando es bien llevada, se transforma en un aporte para toda la familia.
Convertirse en abuelo o abuela siempre es una experiencia maravillosa, especialmente para quien tiene la sabiduría de experimentarla como un regalo de la vida, como una oportunidad de apoyar a los hijos y de construir una relación con el nieto o nieta que sea mutuamente gratificante.
Se dice que ser abuelo es "el postre de la vida" y sin duda lo es, porque aportan dulzura y una ternura que solo los niños pueden dar. Aunque con la mayor longevidad y la mejoría de la calidad de vida los abuelos están cada día más activos, la mayoría de las veces los nietos llegan en una etapa que es muy compleja, en que los abuelos están expuestos a muchos cambios y tienen que elaborar grandes pérdidas, como la muerte de amigos, de padres y hermanos, pérdidas de trabajo, enfermedades, disminución de la energía, lo que obliga a reinventarse y buscar nuevos caminos. En este contexto, la llegada de los nietos se transforma en una de las grandes alegrías. Y, en muchos casos, los abuelos cuentan con una mayor disponibilidad de tiempo y de recursos para cooperar con los hijos en su difícil tarea de ser padres.
Ver a los hijos convertirse en padres es otra de las aristas emocionantes de ser abuelos. Los abuelos son habitualmente los responsables de la transmisión transgeneracional de la historia familiar. Cuántas veces vemos a los nietos preguntar ¿cómo era mi papá cuando pequeño?, ¿quién era tu papá?, ¿qué hacían?
La influencia de los abuelos suele ser decisiva para el desarrollo infantil. Nadie es tan importante como ellos para celebrar sus logros, estar orgullosos de sus progresos, admirar sus obras de arte, escuchar sus penas, alegrarse cuando aprenden a hablar, caminar o leer, acompañarlos cuando están enfermos o estimularlos a través de la lectura. En los relatos de muchos escritores, los abuelos aparecen como quienes les han abierto horizontes y han sido queridos incondicionalmente. Un gran tema en la abuelitud lo constituye el ¿cómo acompañar sin ser intrusivos?
La idea es fortalecer a los hijos en su rol de padres, no debilitarlos con críticas inoportunas delante de otros. Ser capaz de respetar el espacio de los hijos, sus normas educativas que seguramente son diferentes a las nuestras, la elección de colegios. Ser capaces de opinar cuando nos preguntan, pero guardar silencio cuando entendemos que nuestra opinión no es bienvenida. Estar disponibles, pero llamar por teléfono antes de ir de visita y abstenerse de críticas que solo crearán distancias.