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Editorial
Martes 02 de septiembre de 2014
Travesía de Unasur
Ernesto Samper no tiene las mejores credenciales para ser un representante de la región. Un ex presidente acusado de haber recibido dineros del narcotráfico en su campaña será siempre motivo de dudas legítimas sobre su honorabilidad...
Sorpresa causaron las declaraciones del nuevo secretario general de Unasur, Ernesto Samper, respecto del Presidente venezolano, Nicolás Maduro, de quien dijo "es un hombre de diálogo, un hombre de paz".
Los acontecimientos en Venezuela no avalan este juicio de Samper, pues se ha visto la renuencia del gobierno de negociar con la oposición, y en vez de diálogo, el Presidente Maduro recurre a arbitrarios dictámenes para aplacar cualquier disidencia. Sus palabras hacen dudar de que Unasur pueda actuar en forma independiente para destrabar alguna de las frecuentes crisis en el país petrolero. Con estas palabras, antes de instalarse en su oficina en Ecuador, Samper aparece alineado con el heredero de Hugo Chávez, y le da pocas esperanzas a la oposición democrática de recibir apoyo de la entidad regional. La defensa de la democracia debiera ser uno de los pilares básicos de la organización si quiere efectivamente erigirse en un ente relevante de la política sudamericana. El canciller Muñoz reconoció que el diálogo impulsado por Unasur "está estancado" y que "está por verse si habrá algo (gestiones) nuevo".
Desde una perspectiva realista, la Unasur tiene pocas probabilidades de resultar efectiva. En primer término, este organismo, ideado por Lula con el inconfesado pero evidente propósito de establecer un polo de poder regional en el que Brasil fuera la potencia rectora (sin México como en la Celac, y sin Estados Unidos como en OEA), fue capturado por Hugo Chávez en su avance "bolivariano". Con la llegada de Dilma Rousseff a Planalto su desinterés por liderar Unasur fue evidente, en parte por vocación personal, pero probablemente también para evitar un desencuentro con Chávez, quien podía ser útil para otros objetivos.
En segundo lugar, ni Néstor Kichner ni Alí Rodríguez, los anteriores secretarios de Unasur, fueron capaces de dar un impulso político real al organismo, posiblemente por su marcado sesgo e interés ideológicos. Países como Chile, Perú y Colombia no estuvieron dispuestos a dar un cheque en blanco a la organización.
Finalmente, Ernesto Samper no tiene las mejores credenciales para ser un representante de la región. Un ex presidente acusado de haber recibido dineros del narcotráfico en su campaña -aun cuando diga que desconocía el asunto- será siempre motivo de dudas legítimas sobre su honorabilidad. Sin embargo, entre otros, Samper consigue los votos de Chile y el respaldo abierto del Presidente colombiano (a quien apoyó en campaña) para ser ungido. Y este será un tercer escollo para que Unasur adquiera importancia y se erija en un interlocutor importante, por ejemplo con Estados Unidos. Si alguna vez Unasur quiso adquirir ese papel, difícilmente lo conseguirá con un secretario general a quien se le retiró la visa para entrar a EE.UU. y cuyo país perdió la certificación de Washington como contraparte confiable en la lucha contra el narcotráfico.