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Editorial
Lunes 01 de septiembre de 2014
Interpelaciones: ¿escrutinio o enfrentamiento?
El uso de las interpelaciones se ha visto desvirtuado, y en ello son igualmente responsables interpeladores e interpelados. Con escasos matices, los diputados que han estado en ese rol, de uno y otro sector, han buscado el ataque directo antes que la indagación...
El mecanismo de interpelación parlamentaria a ministros de Estado fue incorporado en el ordenamiento chileno a través de la reforma constitucional de 2005. Habiendo transcurrido ya una década, la experiencia acumulada no parece positiva, y la opinión generalizada es que el uso práctico de este instrumento dista mucho de las expectativas que animaron su creación. En los hechos, lo que estaba llamado a ser un mecanismo de escrutinio público se transformó en una instancia menor de enfrentamiento político.
Chile tiene un régimen político fuertemente presidencialista, en el que, además, el Presidente de la República no puede optar a la reelección inmediata y las elecciones parlamentarias se realizan simultáneamente con las presidenciales. Así, no hay oportunidades efectivas para que los gobiernos rindan cuenta política de su gestión frente a la ciudadanía, por lo que la interpelación debe ser vista, potencialmente, como una figura institucional que contribuya a ese propósito.
El uso de las interpelaciones, sin embargo, se ha visto desvirtuado, y en ello son igualmente responsables interpeladores e interpelados. Con escasos matices, los diputados que han estado en ese rol, de uno y otro sector, han buscado el ataque directo antes que la indagación, intentando cuestionar la competencia del ministro antes que profundizar en el problema en cuestión, incluso apoyándose en cifras y antecedentes de fuente incierta, que en alguna ocasión tuvieron que ser desmentidos por la propia Contraloría. Los ministros interpelados, por su parte, han tendido a ser displicentes y han rehuido los cuestionamientos de fondo. Como no hay sanciones para ellos y no se sienten llamados a rendir cuenta ante la ciudadanía, plantean sistemáticamente la idea de que el proceso al que han sido expuestos es un “show mediático”, declaración que termina traduciéndose en una profecía autocumplida.
Con la intención de mejorar la utilidad de la interpelación, la diputada Paulina Núñez (RN) y el presidente de la Cámara, Aldo Cornejo (DC), han decidido promover algunos cambios legislativos, unos en la línea de ampliar el uso de esta herramienta a otras autoridades de gobierno, tales como intendentes y gobernadores, y otros en la línea de hacerla más dinámica y participativa. Entre estos últimos, han propuesto que la autoridad interpelada entregue antecedentes solicitados por el interpelador cinco días antes de la sesión, que la ciudadanía pueda hacer preguntas competentes del tema a través del sitio en internet de la Cámara, y acortar los tiempos de las preguntas y respuestas a un minuto cada una, en vez de los tres y cinco minutos de que se dispone actualmente para ello.
Con todo, recuperar el espíritu original de la interpelación, como una herramienta de escrutinio público, no pasa solo por introducir mejoras procedimentales, ni aun a nivel legislativo. Se requiere adicionalmente restablecer una disposición de construcción colectiva desde la sana contraposición de miradas y puntos de vista, lo que se echa cada vez más de menos en la política nacional.