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Cartas
Domingo 31 de agosto de 2014
A 75 años del inicio de la Segunda Guerra Mundial
La conmemoración histórica se ha centrado este año, con razón, en recordar los 100 años transcurridos desde el estallido de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, como consecuencia de ello, ha quedado algo en el olvido el hecho de que hace 75 años se desencadenaba la Segunda Guerra Mundial. En los días finales de agosto de 1939, el mundo avanzaba, sin saberlo, hacia una nueva conflagración, cuyos horrores superarían con creces los de 1914.
La firma del pacto nazi-soviético el 23 de agosto de 1939 -la aparentemente sorpresiva e incomprensible alianza entre Hitler y Stalin, los que hasta ese momento aparecían como enemigos irreconciliables, encabezando uno el antibolchevismo y el otro el antifascismo- debe entenderse como una autorización de la Unión Soviética para que Alemania llevara adelante su guerra contra Polonia. Del "protocolo secreto" que lo acompañaba -cuya existencia solo reconocerían los rusos poco antes de que se desintegrara el imperio soviético- se deducía que esta debía terminar con la partición de Polonia entre los firmantes y, como consecuencia, con su aniquilación.
¿Qué perseguía Stalin con la firma del pacto Ribbentrop-Molotov? Provocar el estallido de una guerra en la cual se destrozaran mutuamente las potencias capitalistas de Europa Occidental. Al salir Gran Bretaña y Francia en defensa de Polonia, se involucrarían en una guerra con Alemania, la que, de acuerdo con el paradigma del conflicto del 14, debía tener un desarrollo muy lento, desgastar a sus partícipes y preparar el terreno para eventuales revoluciones comunistas. Más todavía, cuando sus rivales occidentales estuvieran debilitados, Stalin podría entrar a la guerra para definirla a su favor.
¿Qué objetivo tenía en mente Hitler? Localizar el conflicto; esperaba que su alianza con Rusia inhibiera a ingleses y franceses de salir en defensa de Polonia. Inicialmente, pareció que la apuesta la había ganado Stalin. Las tropas alemanas comenzaron a entrar en Polonia el 1 de septiembre de 1939, y ya el día 3 Inglaterra y Francia le declaraban la guerra: se estaba iniciando la Segunda Guerra Mundial. Pero, contra los pronósticos de Stalin, la guerra se desarrolló con una rapidez que no imaginaba. El ejército polaco sería arrollado en solo un par de semanas -a lo que él mismo cooperaría al ocupar la mitad oriental de Polonia a partir del 17 de septiembre-, y ya en junio del año siguiente, y luego de apenas un mes de combates, la Blitzkrieg había terminado con la resistencia francesa.
El resultado sería que, a partir de junio de 1941, la Unión Soviética debería enfrentar toda la furia de su circunstancial aliado en una guerra que la tuvo al borde de su desaparición y que le costaría varios millones de muertos. Recién después de ese calvario se harían en parte realidad los cálculos de Stalin: su triunfo en la Segunda Guerra Mundial le permitiría apropiarse de los territorios que había negociado con Hitler y de algo más.
Con su declaración de guerra a Hitler para defender Polonia, Gran Bretaña y Francia habían puesto fin a su política de "apaciguamiento". Por fin se daban cuenta de que la agresiva política exterior de Hitler no perseguía tan solo restablecer la grandeza de Alemania, sino conquistar espacio vital en el este de Europa, para luego alcanzar la dominación mundial.
A diferencia del conflicto de 1914, en el que las responsabilidades en su origen son compartidas, Hitler fue el gran culpable en el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Pero sus rivales cooperaron con él al no tomar en serio el programa al que había dado forma en la década de 1920. Lo dejaron crecer hasta que para frenarlo fue necesario recurrir a una guerra mundial con decenas de millones de muertos, crímenes horrorosos y una devastación sin igual.
Enrique Brahm
Director del Instituto de Historia
Universidad de los Andes