Marcelo Bielsa solía decir "deja que el fútbol te sorprenda". La sentencia volvió a golpearme. Jamás pensé que el tercer ciclo de Carlos Bianchi en Boca Juniors terminara con el "Virrey" cesado. Una campaña de números pobres, pero sobre todo de juego lamentable defenestró al técnico más ganador del mayor club del fútbol argentino.
Algo de eso, con las proporciones del caso, es lo que sucede en Universidad Católica. Fueron a buscar a Julio César Falcioni, un entrenador ganador en equipos grandes y chicos (campeón en Boca y Banfield), cuya fortaleza estaba en el funcionamiento. El ex arquero no dio con la tecla y está muy cerca de ser cesado. Solo mantendrá su puesto si derrota a O'Higgins.
Después de seis fechas del Apertura, el entrenador de la Católica depende de los próximos 90 minutos. Un albur. ¿Qué lo sentenció a este calvario? Más que la campaña, la expresión en la cancha. El equipo juega mal. No es un problema de correr más, ni de "poner huevos", esa frase maldita que asoma de inmediato cuando no hay respuesta a las interrogantes propuestas por el fútbol.
Cuesta pedirles frialdad a los hinchas de Universidad Católica. Falcioni es casi una víctima de un problema de conducción. Y no trivialicemos apuntando a José María Buljubasich, el director deportivo. La matriz del problema está en la cabeza de Cruzados. La inacción luego de la pérdida del título frente a O'Higgins es inexcusable. La institución quedó noqueada como Joe Frazier ante George Foreman. No es primera vez que sucede. Al partir Juan Antonio Pizzi, al perder la final del Apertura 2011 con la U, tampoco hubo una respuesta coherente y se sacrificó a Mario Lepe. Este año el elegido para la hoguera fue Rodrigo Astudillo.
Falcioni solo agarró un fierro caliente, con un plantel armado, al cual apenas pudo retocar. De tres cuartos de cancha en adelante, la UC posee buenos jugadores, de plantel, pero que no hacen la diferencia. Muy similar a lo que sucedió con Colo Colo. Julio Barroso, Jaime Valdés y Esteban Paredes hicieron la diferencia.
En malos momentos es fácil caer sobre las cabezas visibles. Buljubasich, por ejemplo. Los de afuera, con frialdad, no podemos caer en facilismos tribuneros. Con su gestión la UC fue campeón en 2010, perdió la final del Apertura 2011, llegó a cuartos de final de la Libertadores 2011, ganó la Copa Chile de 2011, fue semifinalista de la Sudamericana 2012, empató en el primer lugar de los dos torneos de 2013 y cayó en octavos de final de la Sudamericana 2013. A primera vista, tan mal no lo ha hecho, aunque su pecado fue no advertir que faltaba jerarquía.
De pronto es el momento de sincerarse y decir que con los recursos disponibles pueden batallar, pero no competir. Salvo que pongan más plata o se modifique la repartición de los dineros del CDF.
Y esa sí que es la madre de todas las batallas.