Señor Director:
En cuanto a la
carta del señor Gonzalo Rojas, publicada ayer, quisiera señalar:
1. En primer lugar, en mi carta del jueves no hablé nunca del Partido Comunista. Solo escribí sobre "los" comunistas. Todos ellos condenados por el señor Rojas con odio objetivo.
2. Vale decir, sería un error equivalente a condenar por igual a "los" empresarios, ni siquiera tomando en cuenta los hechos de "algunos" que hemos conocido recientemente.
3. No he defendido ni a partidos políticos ni a ideologías. Solo he procurado ser compañero de ruta de "algunos" católicos que públicamente cierran las puertas del Evangelio a otros con actitudes y dichos objetivamente odiosos. En esto, permanezco "perplejo".
4. Me honra que el señor Rojas diga que, por décadas, he acumulado méritos como compañero de ruta de los comunistas, y ello porque no he hecho otra cosa que defender, en su momento y con amenazas a mi vida, sus Derechos Humanos, cosa que hubiese sido deseable para todos los que intentamos ser cristianos.
5. Por último, no seguiré en esta polémica que pasa a ser inútil desde el momento en que el señor Rojas demuestra un "ánimo imbatible" para seguir "mostrando la perversión intrínseca del comunismo" y, para ello, no trepidar en faltar al respeto mínimo a los que no piensan como él. Es importante siempre distinguir entre los fines y los medios.
También, entre las doctrinas y las personas. Y, además, porque prefiero permanecer en una "ingenuidad notable" antes de caer en juicios, definitivamente condenatorios, respecto de personas que son mis hermanos, aunque ellos no lo sepan.
Percival Cowley V. SS.CC.