Esta película está formada por seis historias, sin conexión narrativa entre sí y con diferentes duraciones, soportadas por un elenco donde participan muchas de las figuras que han dado popularidad al cine bonaerense reciente. El único rasgo común de estas historias, lo "salvaje", reposa sobre la violencia reactiva de los personajes -vengativa o irascible- ante situaciones más o menos cotidianas. El más o menos es importante, porque en algunos casos se trata de acciones desproporcionadas, más inspiradas en una cierta furia individual que en un ánimo de justicia legítima.
La desproporción es parte fundamental del tono de comedia negra y de la aceptación, por el público, de la violencia como una forma lúdica. No solo es impresionante que la gente ría a carcajada batiente con actos horribles, sino que muchos de los elogios a esta cinta se funden en su condición de entretención. Ambas cosas están muy cerca de lo que impuso en el cine contemporáneo Quentin Tarantino.
El repertorio de motivos para la violencia es ancho: el bullying adolescente, la estafa impune, la agresividad de los automovilistas, la burocracia municipal, la corrupción judicial, la infidelidad sexual. Uno se sentiría tentado a decir que se trata de una panoplia en la que entraría la sociedad moderna, o al menos el mundo de los "indignados".
Solo que no hay rastros aquí de furia antisistémica, ni siquiera anticapitalista, por lo que cabe entender que estos motivos describen más bien un estado anímico específico, el de la Argentina actual, un ambiente donde, según esta película, abundan los sentimientos de abuso, deslealtad, impunidad y corrupción. Relatos salvajes no es una cinta propiamente política, pero en lo que pueda ir más allá de sí misma parece el retrato de unas relaciones sociales que se han vuelto intolerables.
El exitoso director Damián Szifrón, que ganó su prestigio con la serie de televisión Los simuladores, no emplea un mismo estilo para los seis relatos. Por el contrario, adecúa sus recursos para recoger en cada caso la mayor carga de ironía negra que resulte posible. No tiene mucha profundidad -salvo en algunos toques psicóticos, como los de la novia Romina (Érica Rivas) en el episodio Hasta que la muerte nos separe y acaso el Leonardo Sbaraglia de El más fuerte-, pero su inventiva visual es más notable que la de muchos cineastas de su generación.
Szifrón está lejos de la vanguardia -donde se hallan los mayores aportes, aunque con menos público, del cine argentino de los últimos años- y se mueve en la zona de la funcionalidad comercial del cine de masas. En ese campo ya tiene vuelo propio y se perfila como uno de sus autores más interesantes.
Relatos salvajes. Dirección: Damián Szifrón. Con: Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia, Darío Grandinetti, Érica Rivas, Rita Cortese, Óscar Martínez. 122 minutos.