Señor Director:

Históricamente, los Presidentes de Chile al cumplir su mandato pierden las potestades constitucionales con que fueron investidos, pero no su autoridad moral y política, que muchos de los más destacados entre ellos ejercieron hasta el término de sus días con significativa relevancia.

Por citar solo ejemplos del siglo XX, cabe recordar las actuaciones de don Carlos Ibáñez del Campo y don Arturo Alessandri Palma. Ambos ejercieron tal influencia, principalmente desde el Senado, que en virtud de ella volvieron a ejercer la Presidencia por segunda vez. Don Eduardo Frei Montalva fue una opinión de la mayor importancia después del término de su administración, y sus expresiones respecto del gobierno que lo sucedió fueron decisivas. Don Jorge Alessandri, personalidad ejemplarmente prudente, hizo ver en circunstancias graves para el país su juicio de manera pública, incluso en materias constitucionales y económicas durante el gobierno del Presidente Pinochet. Los ejemplos podrían multiplicarse si se analiza el siglo precedente al anterior.

En todos los casos mencionados, el país reconoció que esas voces eran indispensables en tiempos de definiciones o dificultades graves.

Por lo mismo, siempre se pensó que los ex Presidentes debían integrar, por esa misma condición, el Consejo de Estado, cuando existió, o el Senado por derecho propio.

¿De dónde salió, entonces, la peregrina idea de que sería una tradición de nuestra República el que los ex Presidentes debieran guardar riguroso silencio con posterioridad a su mandato?

No ha existido jamás en Chile tal tradición, que no es más que un invento de circunstancia basado en una generalizada ignorancia de nuestra historia republicana.

Por muchas razones distintas, son muy valiosos los juicios de los ex Presidentes, y constituyen una contribución importantísima a la vida política del país. Negarla -como se ha intentado en estos días- es una pequeñez asociada al desconocimiento.

Los ex Presidentes no son ciudadanos comunes que pueden hacer valer su parecer en razón de esa condición general. Son ciudadanos que hoy no tienen "potestad", pero sí una gran autoridad.

Luis Valentín Ferrada V.
Abogado