No es fácil encontrar hoy buenas señales en la competencia interna del fútbol chileno. Pese a los matices que hizo el seleccionador Jorge Sampaoli en su último encuentro con los periodistas, en el sentido de que eran buenos signos el hecho de que algunos clubes hayan traído refuerzos de categoría -habría que saber en quiénes estaba pensando el DT-, en el fondo el seleccionador recalcó que el nivel del torneo nacional deja mucho que desear.
Y las muestras están ahí: en la primera fase de la Copa Sudamericana, tres de los cuatro equipos chilenos fueron incapaces de sortear a débiles e incluso desconocidos rivales.
La excepción fue Huachipato.
Y no es raro. El equipo acerero dirigido por Mario Salas es quizás una de las pocas noticias destacables en el ámbito de las propuestas futbolísticas nacionales.
Cierto es, como lo ha reconocido el propio Salas, que el alto vuelo futbolístico exhibido en varios partidos no le ha alcanzado para siquiera hacer mella a rivales de mayor alcurnia -Colo Colo y la U superaron a Huachipato con comodidad-, pero hay en el equipo sureño trazos distinguibles que lo hacen un rival para tener en cuenta. Y también para destacar.
De partida, está el sello Salas. Dogmático como pocos, el ex seleccionador de la Sub 20 no se mueve un ápice del dibujo 4-2-3-1 -ese que prevaleció en el último Mundial, incluso en equipos poderosos como Alemania, el campeón del mundo, y en otros de menos vuelo como el Brasil de Scolari-, que impone varios conceptos. Entre ellos, reconvertir delanteros de área en volantes externos: en el Huachipato de hoy, el elegido ha sido el argentino Lucas Simon, tal como en la Sub 20 fueron Diego Rubio (en el Sudamericano de Mendoza) y Ángelo Henríquez (en el Mundial de Turquía).
El diseño también impone funciones variables a los "enganches" clásicos. Francisco Arrué hoy, en el esquema acerero (así como Bryan Rabello en la Sub 20), tiene como misión enrolarse más en situaciones de ataque, casi como un segunda punta, al estilo de lo que hace años hacía Claudio Paul Caniggia con un tipo como Gabriel Batistuta más dentro del área.
El tinglado defensivo del esquema también presenta conceptos reconocibles. Los laterales deben asumir que son salida permanente, de conexión constante, lo que impone que los dos volantes centrales tengan que replegarse a los costados o, eventualmente, constituirse en "cabezas de área" para sumar fortaleza defensiva con los zagueros centrales.
La propuesta, podría decirse, es ofensiva pero con señales de seguridad en su fase defensiva.
No es, quizás, esa idea de ir para adelante con todo, como parece gustarles a los hinchas chilenos.
Pero es lo que se lleva hoy.
Y lo que está destacando.