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Editorial
Martes 26 de agosto de 2014
Protestas contra el ranking de notas
Este cambio se ha desarrollado bajo estándares que serían inaceptables en buenos sistemas de admisión internacionales y da cuenta de los desafíos que tiene nuestro sistema de admisión hacia el futuro...
Crecientemente se están observando manifestaciones de estudiantes de liceos tradicionales que cuestionan la aplicación del ranking de notas. Junto con ello se constatan traslados de estudiantes entre establecimientos para maximizar su puntaje en este rubro. Esta posibilidad fue advertida en su momento por esta página editorial. Ello es fruto de dos factores. Por una parte, un mal diseño del instrumento elaborado por el Consejo de Rectores. Como se recordará, más que un ranking propiamente tal, este corresponde a una bonificación de notas que depende no tanto de la posición relativa de un estudiante en su establecimiento como de su ubicación respecto del promedio de notas de su colegio y el promedio máximo de ese establecimiento. Esto puede llevar a la distorsión de que estudiantes que están en el mismo lugar relativo de su colegio o liceo, es decir, en el mismo ranking , tengan puntajes asociados muy distintos. Las diferencias pueden llegar incluso a ser de 80 a 100 puntos, y este elemento se está ponderando entre un 20 y 30 por ciento en las universidades chilenas. El efecto de esta discriminación es obviamente muy significativo y puede hacer la diferencia entre ingresar o no a las carreras y universidades selectivas, por lo que es curioso que el CRUCh no intente corregir esta inexplicable discriminación.
Ahora bien, al ser el ranking en su diseño actual una bonificación de las notas, en la práctica supone aumentar su ponderación de 20 o 25 por ciento, como ha sido tradicional, a proporciones que fluctúan entre 40 y 50 por ciento. Ello no sería mayor problema si las notas en Chile fuesen homogéneas, pero es evidente que hay una inflación de notas y esta es heterogénea. En la práctica, las calificaciones de los colegios particulares pagados son superiores a las de los particulares subvencionados y las de estos a las de los liceos municipales. Por supuesto, los promedios esconden una enorme heterogeneidad y es difícil anticipar el efecto exacto de este fenómeno. Sin embargo, es sabido que los liceos públicos tradicionales selectivos son los más exigentes en sus calificaciones y, por tanto, cabe suponer que ellos pierden en términos relativos. No es extraño, entonces, que las críticas al ranking se hayan concentrado en estos liceos.
Se podría argumentar que ello no es relevante en la medida que los beneficiados hayan sido otros socialmente menos aventajados. Sin entrar a juzgar si ello constituye una buena defensa de la medida, la evidencia que el propio CRUCh ha ofrecido es que más bien se produce una reasignación de estudiantes entre universidades y carreras, más que un cambio en la composición social de los estudiantes seleccionados en las universidades. Por cierto, si bien el agregado no parece cambiar, al interior de las universidades y carreras más selectivas podría haber cambiado la composición social. Sin embargo, las categorías de análisis que ofrece el CRUCh son demasiado gruesas como para verificar esa posibilidad. Es sorprendente que en una materia de tanta relevancia la información no esté disponible para que analistas independientes puedan evaluar esta medida. Ante la falta de transparencia, tampoco sorprende el reclamo de los liceos tradicionales.
Otro asunto sobre el que no hay claridad es si en el margen los estudiantes seleccionados en las universidades y carreras más selectivas gracias al ranking están teniendo mejores desempeños que los que hubiesen entrado en ausencia del cambio de sistema de admisión. Este es un ejercicio complejo, porque obviamente no se pueden comparar los dos grupos en las mismas condiciones, pero hay técnicas estadísticas para realizar estas simulaciones. Hasta ahora tampoco se han conocido estudios que permitan ofrecer una respuesta a esta interrogante. En general, este cambio se ha desarrollado bajo estándares que serían inaceptables en buenos sistemas de admisión internacionales y da cuenta de los desafíos que tiene nuestro sistema de admisión hacia el futuro.