Sus Artefactos aparecieron en un país alterado. Como palabra poética no se agotaba en la guerrilla cotidiana ni tampoco pretendía esquivarla. Produjeron sensación momentánea, para después desaparecer de la escena. La caracterización más corriente es que era una sátira a las "élites" (palabra manoseada que hoy da para todo). En realidad había también una cruel burla a la Iglesia -junto, eso sí, a una huella de cristianismo- y el libro mismo, un artefacto, fue publicado por la editorial de la Universidad Católica. Sufrió un ostracismo, reforzado después del golpe. Y padeció otro cerco hostil, el del mundo intelectual y político de gran parte de la izquierda de la que el mismo Parra procedía, que no le perdonaba el no haberse unido al campo de la Unidad Popular y, en cambio, someterla a una sátira implacable en esta obra.
¿Qué decía Nicanor Parra? Mantenía su estrategia de "antipoesía", que no era más (ni menos) que hallar y fijar lo poético de un habla popular, entonces menos contaminada por la procacidad actualmente reinante. Entreverado con los temas cotidianos, blandió una serie de versos burlescos sobre nuestro ambiente criollo. Muy citado ese de "la izquierda y la derecha unidas/ jamás serán vencidas"; menos citado es un bofetón propinado al mismo Allende: "¡Presidente!/ El país está que naufraga/ y Ud. probándose chaquetitas/ ¿chaquetitas? ¡Toca! Son de gamuza legítima". Es bueno reconocer que ninguno de nosotros podría sentirse libre de sus dardos a la vez gruesos y sutiles; generalmente lo hacía con ironía, suave sarcasmo no hiriente. Si zahiere, es porque solo de esta manera el destinatario de su chanza puede caer en cuenta de lo absurdo o mentiroso de su condición, antes algo inadvertido para él. Parra emplea la técnica de la picaresca para desmontar tantas fuerzas y posiciones que se alimentan del embuste.
"Bien/ y ahora quién/ nos liberará/ de nuestros liberadores", ¿qué significaba? Me parece que en la circunstancia de 1972 el poeta le espeta a la gente, a quienes él antes había acompañado, un "te conozco, mosco". Ante las grandes palabras solemnes que acompañaban el salto a una nueva condición histórica que unos dirigentes creían haber descubierto, y que gozaban de una nutrida militancia que asumía su lenguaje codificado como expresión inmediata de fuerzas históricas, Parra les replica que no es su mensaje lo que está en juego porque -está latente- aquel tiene algo de fabulador cuando no de triquiñuela retórica para brincar al vacío, y con ello arrastrar a todo el país. "La Realidad/ no cabe en un zapato chino,/ menos aún en un bototo ruso". Esto último apunta a los ejemplos concretos de esa suprema liberación. Y los "liberadores", una vez hechos del poder, no tienen alternativa a seguir ejerciéndolo, ahora desprovisto de lustre y de ideas, tal cual ha pasado en todas las ocasiones que se adueñaron decididamente del timón.
¿Por qué? Por lo que dibuja Parra: que para obtener una transformación tan drástica en la historia, se supone que de casi un giro en la condición humana misma surgirían unos seres angelicales, como no lo han sido jamás los hombres y mujeres históricos. Estos tampoco lo serán; y, para colmo, los conoce.
El poeta que ahora cumple 100 años, testigo y actor de la historia del país y de esa república de las letras (él mismo esbozaría una sonrisa y quizás escribiera un antipoema ante la sola idea), es retratado por Matilde Sánchez, la editora de Ñ, la inspirada revista trasandina: "En su obra y su persona pública, el patriarca alterna con su contrafigura, el dandy . Hay una singular fotogenia, la belleza acentuada al suavizarse los rasgos, con la edad, el dramatismo vital de la estampa".