El fútbol chileno vive al día. Intentar pensar otra cosa es falaz y absurdo.
A cinco meses del sudamericano sub 20 no hay entrenador, ni explicaciones, ni señales de lo que se busca. La selección sub 17 que se prepara para un Mundial anda en gira con varios jugadores marginados por indisciplina, sin que parezca pertinente -debido a la tradición que tenemos al respecto- informar de qué se trata.
Los campeonatos se diseñan a la "chuña", si hay problemas en las definiciones "decide el directorio" (sin que se especifique -obviamente- qué pasará si hay conflicto de intereses) y lo que prima es abastecer de programación a un canal que sobrevive sólo gracias a los partidos, en medio de una crisis evidente de contenidos.
En las grandes decisiones solo prima el dinero. Pasó con la selección, con el sistema de torneos, con las matrículas del INAF (donde poco importa el contenido de lo que se imparte) y seguir detallando sería vano. De hecho, trabajamos contra el tiempo en los estadios de la Copa América, un asunto en el cual la Federación no tiene pito que tocar, porque no pone ni siquiera la decisión de dónde se construirá.
En Quilín se depende siempre de factores externos. Del plan Estadio Seguro para las programaciones, del Serviu para la construcción del nuevo Pinto Durán, de Carabineros para la seguridad, del Gobierno para los eventos internacionales y la infraestructura. Pocas cosas dependen de su propia orgánica. La más importante de ese mínimo rango de acción: decidir el entrenador de la selección chilena.
Ahora que Jorge Sampaoli quiere ejercer el legítimo derecho a crecer profesionalmente y a buscar nuevos desafíos profesionales no podemos satanizarlo porque el fútbol -en Chile y el mundo- opera así. El técnico, que ya ha anunciado en todos los tonos que su horizonte con la selección está en la Copa América, impone otra vez algo que le conocemos y admiramos: ambición. Profesional, económica, personal, porque el amateurismo es un lindo discurso, y nada más.
Está informando con un año de anticipación, abriendo un debate interesante sobre si es o no conveniente realizar el cambio tan encima del próximo proceso clasificatorio. Por eso mismo, Sergio Jadue y compañía ya deberían estar trabajando en el plan B. Imaginando el nuevo escenario, eligiendo candidatos, tirando líneas, seduciendo a los posibles reemplazantes. En vez de eso, invocan a las cláusulas del contrato, a las multas que deben pagarse, aunque deberíamos suponer, de buena fe, que ya mueven alternativas, como lo hicieron cuando la era de Claudio Borghi llegaba a su fin. Como en ese caso, la lógica impone que también lo negarán, aunque sería saludable que no se quedaran en el inmovilismo.
No es culpa de Sampaoli que vivamos al día. Así lo hacen casi todos y sobre todo nosotros. La mirada a largo plazo pasa por las convicciones, por los planes, por la oferta concreta. Por los sueños, como le gusta decir al casildense en la publicidad. ¿Estamos en condiciones de ofrecer algo así por estos días?