Señor Director:
En su carta del día sábado, el filósofo
Juan de Dios Vial Larraín incurre en algunos errores sobre el pensamiento ateo que me parece prudente rectificar.
Vial Larraín sugiere que no podría existir tal cosa como un "orgullo ateo", puesto que grandes pensadores a lo largo de la historia -a los que incluso denomina santos- han optado por situarse entre la fe y la duda, las que serían compatibles e incluso mutuamente necesarias.
Pero Vial Larraín ignora que el ateo reflexivo no ha abandonado por completo la duda. Siempre habrá espacio para ella en la medida que no exista evidencia disponible y concluyente contra la existencia de una dimensión sobrenatural. Lo que planteamos como ateos es que las grandes preguntas que han angustiado a la humanidad desde sus orígenes -de dónde venimos, hacia dónde vamos, cómo vivir una vida moral- pueden ser hoy mejor respondidas desde una perspectiva naturalista, inmanente, humanista y secular con plausible prescindencia de la idea de Dios.
Por eso tampoco es cierto que el nuevo ateísmo -al cual Vial Larraín califica de "descarrilamiento"- sea una mera repetición de argumentos metafísicos y filosóficos del pasado. El paradigma evolucionario y la síntesis darwiniana del siglo XX aportan nuevos elementos para reforzar la posición atea y ponen en serios aprietos a los viejos argumentos religiosos.
Finalmente, el desdén implícito que transmite el profesor Vial Larraín hacia los no creyentes termina por concederle el punto a Squella: en un país mayoritariamente católico, es natural que los ateos busquen espacios de autoafirmación intelectual e identitaria. De eso se trata el "orgullo ateo": de celebrar una rica perspectiva sobre la experiencia humana que no tiene por qué sentirse menos que las tradiciones religiosas.
Cristóbal Bellolio B.
Escuela de Gobierno
Universidad Adolfo Ibáñez