No hay duda de que los buenos resultados obtenidos en los últimos años por las selecciones adulta y Sub 20 -clasificación a los respectivos mundiales con participaciones más que dignas en ellos- llevan a pensar que por fin se están haciendo bien las cosas a nivel de planificación general en el fútbol chileno.
Pero no es cierto. Es más bien un espejismo.
Los logros que se pueden exhibir son, en realidad, el resultado de decisiones estresantes, tomadas en tiempos de crisis y que, para fortuna de quienes las lideraron, resultaron exitosas en el cumplimiento de los objetivos de corto plazo.
Jorge Sampaoli, en la adulta, y Mario Salas, en la Sub 20, tomaron el bastión tras las traumáticas salidas de Claudio Borghi y Fernando Carvallo, no como fruto de la concordancia con principios bien establecidos sino por efecto de la desesperación. No hubo política técnica aplicable. Sí existieron apuestas altas que tenían un alto grado de incertidumbre.
El que finalmente hayan acertado plenas, sin embargo, no implica que la fórmula del azar deba validarse ni replicarse. Pegar constantemente palos a ver si la piñata se rompe es propio de quien cree en que la suerte es eterna. Y parece que los que tienen en sus manos el poder de la decisión futura tienen ese predicamento.
Que nuevamente estén en crisis los procesos de las selecciones adulta y Sub 20 -una porque el DT no sabe si se va o se queda de cara a las eliminatorias a Rusia y la otra porque simplemente el entrenador elegido no dio el ancho- demuestra que en el fondo la lección no se ha aprendido.
Quedar expuesto a devenires incontrolables y externos demuestra no solo fragilidad conceptual sino que carencia absoluta de entendimiento de cómo deben hacerse las cosas.
Instaurar políticas técnicas consensuadas de mediano plazo debe ser hoy la preocupación más que apostar a "reencantar" a Sampaoli o ir a buscar de nuevo a un DT que salve la Sub 20 para ver, "si en una de esas", Chile se clasifica a un Mundial.
No puede ni debe ser un drama ni una crisis terminal que un entrenador deje su labor. Es parte de su naturaleza. Una sólida direccionalidad conceptual que sea capaz de reaccionar adecuadamente ante momentos de incertidumbre es la materia que hoy debería ser reflexionada, debatida y posteriormente aprobada.
Así se evitarían esos ya permanentes y molestos momentos de incertidumbre que hoy finalmente se solucionan apostando a la suerte.
Ya no estamos para eso.