Es preferible hacer la pérdida ahora que vivir en lamento permanente hasta julio del próximo año. El ciclo natural de Jorge Sampaoli llegó a su fin al término de Brasil 2014, y aunque él declare que tiene "un contrato moral" con la selección hasta la Copa América 2015, el resto de su trabajo ya está impostado, un poco obligado por las circunstancias emotivas del reconocimiento popular y otro poco cimentado en su lealtad hacia el titular de la ANFP, Sergio Jadue, el artífice de su llegada.
Desprovisto del peso emocional que inspiran las partidas de los entrenadores y jugadores cuando nadie los echa (el lloriqueo de las viudas de Bielsa ya está medio avinagrado), lo lógico y saludable para el desarrollo deportivo de la selección es que Sampaoli se vaya, siga su destino y que Chile comience otro lo más pronto posible. Estirar la cuerda más allá de lo prudente solo incubará un desgaste innecesario o una merma de tiempo irreparable.
Aquí entonces es que las prioridades de la ANFP con la selección -más que con su actual entrenador- deben estar definidas y no contaminadas por otro tipo de coyunturas. ¿Cuál es el objetivo primordial a mediano y largo plazo? Si es ganar la Copa América, la presencia de Sampaoli podría justificar su continuidad hasta julio próximo, pero el éxito detonaría su salida automática. Si el técnico argentino ya está pensando en partir en un escenario en el que Chile solo es un buen candidato, con el título de campeón continental su ida será segura.
En cambio, si la meta es clasificar a Rusia 2018, Sampaoli no debe ser el técnico porque los plazos -hay tres meses entre el torneo y el comienzo de las clasificatorias- sencillamente no dan para realizar un riguroso trabajo selectivo y de preparación. La Copa América, en tal caso, debería convertirse en un desafío clave para alcanzar el propósito trascendental: estar por tercera vez consecutiva en un Mundial.
El panorama es claro, aunque no fácil: al no querer seguir después de la Copa América, Sampaoli fijó su fecha de vencimiento y está propiciando un término adelantado de su exitoso proceso. Indirectamente le transfirió a la ANFP, en especial a Jadue, la decisión política de rediseñar el plan: seguir con un nombre probado y aprobado hasta tres meses antes de las eliminatorias mundialistas o asumir el riesgo de desprenderse de un entrenador idolatrado y apostar por otro que en un comienzo solo podrá garantizar trabajo y más trabajo.
En este verdadero juego táctico, el dilema de Sampaoli se entrecruza con la disyuntiva de Jadue. El presidente enfrenta su reelección en la ANFP a sabiendas que la figura capital de su gestión se quiere ir y que cualquier determinación que adopte al respecto le abrirá un flanco para sus pretensiones electorales. Si hace primar el interés general y de largo plazo por sobre el particular e inmediato, lo mejor será que le vaya organizando una despedida a Sampaoli. Que merecida se la tiene.