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Editorial
Jueves 31 de julio de 2014
BRICS y Bretton Woods
Es una idea interesante, pero variadas razones mueven a mirarla con inicial escepticismo: a las dificultades para acordar su sede, su primer presidente, su presidente del directorio y el presidente de los gobernadores, se suman el posible carácter hegemónico de China...
En julio de 1944, en Bretton Woods, New Hampshire, tuvo lugar la conferencia de 44 países para organizar el nuevo orden financiero mundial, al vislumbrarse el fin de la II Guerra Mundial. De ella surgieron el FMI, el Banco Mundial, y el Acuerdo General de Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), antecesor de la Organización Mundial de Comercio (OMC).
El patrón oro establecido a fines del siglo XIX se había mantenido por varias décadas, por la disciplina con que las naciones se mantuvieron fieles a él -contribuyó a ello la escasa influencia del mundo laboral en la política en esa época y el hecho de que los bancos centrales no incurrieran en maniobras desestabilizadoras y se prestaran unos a otros en tiempos de crisis-, y permitió la expansión del comercio mundial. Pero la I Guerra Mundial cambió todo eso. Las naciones europeas se endeudaron, las reservas de oro se desbalancearon entre los países -Francia y EE.UU. las tenían en abundancia, mas no así Alemania y Gran Bretaña- y la crisis de 1929 terminó con el acuerdo. El patrón oro fue abandonado en 1936.
Bretton Woods estableció un sistema de monedas ancladas al dólar, que a su vez estaba anclado al oro. Pero la creación de los estados de bienestar europeos, los desbalances comerciales y otros problemas desataron las devaluaciones de fines de la década de 1960, y en 1971 EE.UU. abandonó el patrón oro. Europa implantó el Sistema Monetario Europeo en 1979, el que tras múltiples inconvenientes desembocó en lo que hoy se llama Eurozona.
El resto de los países se ha movido entre sistemas con monedas ancladas a alguna moneda fuerte, o la libre flotación, intentando capturar las ventajas de crédito más barato en el primer caso, o la flexibilidad para adaptarse a circunstancias diversas del segundo.
Al cambiante escenario monetario en el siglo XX para las grandes potencias, se agregaron los problemas políticos que afectaron a muchos países en desarrollo a resultas de las dificultades económicas que sufrieron, particularmente a partir de la primera crisis del petróleo de mediados de los años 70 -problemas de balanzas de pagos, déficits fiscales, alta inflación, entre otros desbalances-, que los hicieron recurrir al FMI y al BM, como prestamistas de última instancia, para rehacer sus economías. Dichas instituciones, particularmente el FMI, otorgaban esa ayuda imponiendo como contrapartida una estricta disciplina financiera, austeridad y cambios estructurales, lo que llevó a crecientes tensiones entre esos países y las instituciones nacidas del acuerdo de Bretton Woods.
Quizá por eso, en la quinta reunión de los países que conforman el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) en Fortaleza, Brasil, sus gobernantes anunciaron la creación de un Nuevo Banco de Desarrollo para financiar infraestructura y desarrollo sustentable, con un capital inicial de US$ 50 mil millones, y un Acuerdo de Reservas de Contingencia, consistente en una serie de promesas de construir reservas internacionales por US$ 100 mil millones adicionales para ayudar a los miembros en dificultades, aparentemente siguiendo el modelo Bretton Woods, pero circunscrito al BRICS.
Es una idea interesante, pero variadas razones mueven a mirarla con inicial escepticismo: a las dificultades para acordar su sede (Shanghai), su primer presidente (India), su presidente del directorio (Brasil) y el presidente de los gobernadores (Rusia), se suman el posible carácter hegemónico de China, y sus diferentes regímenes políticos, que no auguran fluidez de funcionamiento. Con todo, concordar los términos del funcionamiento financiero mundial en el siglo XXI, que actualicen Bretton Woods de manera parcial o general, es un objetivo que no debe ser abandonado.