Hace una semana, en el encuentro "Santiago 2041", edición 5, vimos adónde puede avanzar la ciudad para sus 500 años.
Supimos que la autoridad, la academia y la empresa trabajan captando los movimientos de los celulares de los ciudadanos en La Serena, Coquimbo y Puerto Montt para saber en tiempo real cómo se mueven, sin identificarlos, para así tomar decisiones. Las ciudades hablan.
En Concepción, la Subsecretaría de Transportes instaló un laboratorio urbano donde ir probando soluciones de movilidad propuestas por innovadores, por ejemplo, paraderos de micros desarmables para las protestas.
Hablaron el intendente Claudio Orrego; el subsecretario de Transportes, Cristián Bowen; el subsecretario de Medio Ambiente, Marcelo Mena; Pablo Allard, que era el organizador como decano de Arquitectura de la U. del Desarrollo; ejecutivos de Siemens, IBM, Chilectra, Sectra, la responsable de Fundación Avina y un ex alumno mío en la U. Diego Portales, Rodrigo Guendelman, que apasionó con su movimiento "Santiago adicto".
La palabra más repetida fue "participación".
Cristián Bowen, a quien entrevisté como ingeniero UC hace poco, dijo que las ciudades inteligentes son "espacios de pensamiento conjunto" donde el gobierno es solo uno de los actores. Las ciudades son complejas, poco predecibles. Hay que integrar a la gente, "la ciudadanía quiere ser parte del diseño".
Algunas citas: "Son los ciudadanos los que dicen dónde quieren ir. Hay miles de casos diferentes. Tenemos que hacer una ciudad entre todos" (Marcelo Salinas, de Siemens), "La ciudad tiene mucho que decir" (Andreas Gebhardt, Chilectra), "Analizar los datos para captar el pulso de la ciudad y sacar conclusiones" (Mauricio Torres, IBM), "Hay que automatizar la escucha" (Jorge Mujica, IBM), "Salvemos el mosaico" (Rodrigo Guendelman de Santiago adicto), "Entregar herramientas al ciudadano, información integral, simple" (Camilo Cerda, Siemens), "Escucharnos nos permite ver lo que está ocurriendo y desde ahí aprender los unos de los otros" (Claudio Orrego, intendente de Santiago).
Pablo Allard inauguró el intercambio enfocándonos a que "La ciudad se siente". No era un "sentir" ideológico. Se refería a los miles de sensores distribuidos en la ciudad que pueden contarnos cómo palpitamos.
Existe la tecnología para analizar los millones de datos. Mauricio Torres, de IBM, mostró, en un plano de Santiago, los tuits emitidos durante un día completo, georreferenciados. Más de 1,5 millones. Allard lo interpretó: "La brecha digital no es económica, sino que probablemente generacional": había tantos tuits en barrios populares como en Providencia, Las Condes o Vitacura.
Están los millones de datos; están los software para analizarlos. La tecnología recoge la participación.
Y están las redes sociales. Gonzalo Labbé contó la experiencia escuchadora de Chilectra en Twitter. Una cuenta de Twitter puede recibir mucho, pero no puede enviar más de 240 respuestas al día, así se evitan los spam . Pero un software de análisis puede procesar billones de palabras y apuntar adónde sopla el viento. Es otra participación; la gran ciudad se siente en las pantallas.