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Editorial
Domingo 27 de julio de 2014
Evoluciones en la reforma electoral
El cuadro que se observa ratifica el clima de desconfianzas internas en la coalición oficialista.
Se aprobó en la comisión de Constitución de la Cámara la reforma al sistema electoral. En sus aspectos medulares, considera para la elección de diputados una reducción del número de distritos de 60 a 28, y un aumento de 120 a 155 en el número de aquellos. En el caso del Senado las circunscripciones se reducen de 19 a 15, y el número de elegidos pasa de 38 a 50. También prevé para las próximas cuatro elecciones parlamentarias una cuota que impide que los candidatos de un género superen el 60% de las candidaturas.
Los cambios en los sistemas electorales son siempre complejos, porque los legisladores se ven afectados directamente por ellos, existiendo por tanto un conflicto de interés imposible de evitar. Por eso se corre el riesgo de que en la deliberación se introduzcan normas que puedan afectar la competencia electoral o proteger a los parlamentarios en ejercicio. Algo de esto último logra el aumento de parlamentarios a elegir, lo que se justificó atendiendo a la proporcionalidad poblacional, pues regiones con pocos habitantes exigían una representación mínima que luego repercutía en el resto de los distritos. Sin embargo, sistemas electorales alternativos como, por ejemplo, uno mixto, podrían haber hecho innecesario aumentar los parlamentarios.
En la tramitación del proyecto se introdujeron algunas modificaciones. La que más polémica motivó, al menos en la Nueva Mayoría, fue la eliminación de los subpactos, que contó con votos de la oposición y del PDC. Si bien este era un aspecto más bien instrumental de la reforma, su empleo permitía reequilibrios políticos que, dependiendo de cómo se articulasen, podrían afectar el resultado de un partido de una coalición específica. Quizás el aspecto más interesante de la eliminación de esta disposición es que ratifica el clima de desconfianzas internas que se ha instalado en la coalición oficialista.
Sin embargo, no es un asunto relevante desde el punto de vista del cambio del sistema electoral. Más discutible es la decisión de permitir la posibilidad de que el elector elija un candidato o, alternativamente, una lista. Para justificar ese cambio se ha aducido que eso fortalecería a los partidos, pero es una práctica confusa, que se presta para desnaturalizar la relación entre representantes y electores. Las consecuencias de este cambio son difíciles de anticipar. También en esto, un sistema electoral mixto habría conseguido un mejor equilibrio. Y extraña y puede ser discriminatoria la decisión de aumentar el subsidio por voto que contempla la legislación chilena para las candidatas mujeres. ¿Se piensa acaso que las campañas electorales para ellas serán más caras que para los candidatos varones? No hay antecedentes que permitan justificar esta diferencia y, por tanto, es un mal uso de recursos públicos.