La vida musical no está completa si está ausente de ella un cuarteto de cuerdas, expresión máxima de rigor en la interpretación camerística y desafío para los auditores frente a un lenguaje que es pura esencia. Los cuatro solistas se ponen al servicio de la obra y, además, trabajan con el espíritu comunitario del "todos para uno, uno para todos".
Por ello, es loable que el Centro de Extensión Artística de la Universidad de Chile haya decidido prohijar al Cuarteto Andrés Bello, junto a expresiones más masivas, como la Orquesta Sinfónica, el Ballet Nacional, el Coro Sinfónico y la Camerata Vocal. Es también destacable que todos los integrantes del cuarteto militen en las filas de la Orquesta Sinfónica, que se revela así como un terreno bien abonado que permite que broten los talentos individuales.
El miércoles, en el GAM, los violinistas Héctor Viveros y Esteban Sepúlveda, el violista Claudio Gutiérrez y el chelista Nicolás Benavides (un recientemente incorporado D'Artagnan...), realizaron una excelente labor para entregarnos una bienvenida sorpresa y un clásico insuperable: el Cuarteto en La Mayor del chileno Enrique Soro (1884-1954), y el Cuarteto en Re Menor D. 810 ("La muerte y la doncella"), de F. P. Schubert.
Para muchos, solo familiarizados con algunas obras sinfónicas de Soro, el cuarteto debe haber significado un absoluto descubrimiento. De raigambre brahmsiana y posromántica, posee muchos rasgos originales y revela el gran oficio del autor. La compleja trama del primer movimiento se habría visto beneficiada con mayor diferenciación de la gama dinámica, tanto del conjunto como de cada parte individual. Aunque las intensidades parecieron abarcar un espectro solo del mezzoforte hacia arriba y la sala del GAM resalta ciertas crudezas de los violines, la entrega fue plenamente convincente.
Schubert fue una hermosa experiencia. Apoyados por las tersas texturas del compositor, los arcos dinámicos se ampliaron y hubo momentos memorables de esa emocionalidad schubertiana irresistible, a veces al borde del sentimentalismo, pero jamás vulgar. Los intérpretes hicieron plena justicia a una obra que es un hito de la música de cámara.
El público, capturado desde el primer momento, manifestó su agradecimiento con encendidos aplausos. Solo cabe desear que el Cuarteto Andrés Bello consolide su indispensable aporte en el medio musical nacional.