Esta es una fábula neoyorquina con un ingrediente extraordinario, porque no es común que Woody Allen participe como actor en películas de otros directores.
Con Herbert Ross en 1972 y en 1976 con Martin Ritt, en 1991 con Paul Mazursky y el mexicano Alfonso Arau el 2000, además de alguna otra actuación y uno que otro cameo.
Ahora y después de trece años, se puso a las órdenes de otro vecino de Brooklyn, John Turturro, sobre todo actor, pero también director, porque esta ya es su quinta película.
Ambos encarnan dos culturas que conviven en Nueva York y más reducidamente, en este caso, en Williamsburg, un barrio de Brooklyn.
Está la ítaloamericana, pero la dominante es la comunidad de judíos ortodoxos con sus ritos, ropajes, tribunales, costumbres e incluso con el grupo de guardias voluntarios, la Shomrim, que vigila sus calles y parques.
El veterano Murray Schwartz (Allen), ante la falta de clientes, cierra las puertas de su tienda de libros viejos y raros que fundó su abuelo. Su antiguo amigo y colaborador Fioravante (Tuturro), que recién ingresó a trabajar a una florería, traslada los trastos de la librería en una camioneta de los años 50, que parece de museo y colección, pero aún se mueve y todavía tiene algo que decir.
"Casi un gigoló" se construye con la aspiración de un libro incunable o de un automóvil discontinuado o de personajes un poco revenidos por la época y que se encogen, destartalan y desaparecen; sin embargo, aún pueden lanzar un petardo, contar un chiste o planear una maldad.
Murray ya tiene sus años y una familia afroamericana, donde sus hijos podrían ser sus nietos y, con un poco de apuro, sus bisnietos.
Fioravante es un soltero que solo vivió con su madre y su condición es la de un romántico callado y más bien tristón.
Ante el temor de las penurias económicas y como la necesidad no tiene cara, la estrategia es la siguiente: Murray será mánager y proxeneta; Fioravante, el prostituto, y las ganancias se las repartirán a 40 y 60 por ciento, donde la parte del león es para el gigoló.
La historia está teñida por los dos personajes, cada uno tiene su territorio y la película acentúa su condición de rareza y de cuento increíble, con una narración sin estridencia ni sonajeras, donde todo es amortiguado, pausado y paciente.
Los dominios de Murray son el humor, la palabrería y las miserias de un judío viejo, descreído, pequeño y bribón.
El de Fioravante es el encanto con las mujeres, porque es educado, cocina, escucha, sabe de plantas, es leído y, además, un gran amante que se mueve silencioso y melancólico.
El gigoló circula por el vacío existencial y su mánager anda a los saltos y sobreviviendo, pero ambos pertenecen a la estación de la película: otoñal, amable y algo descascarada, entre el calor y el frío, no le hace daño a nadie y tampoco es un santo remedio.
"Fading Gigolo". EE.UU., 2013. Director: John Turturro. Con: Woody Allen, John Turturro, Vanessa Paradis. 90 min. Mayores de 14 años.