Uno de los títulos más esperados de la nutrida conmemoración de los 40 años del Teatro Imagen, "Cartas de Jenny" -reposición de su memorable estreno de 1989 con el elenco original- obliga a alabar la incombustible vitalidad con que este grupo de vasta e importante trayectoria iluminó nuestra vida cultural en la etapa posterior al golpe militar. Al mismo tiempo ratifica la originalidad creativa con que se abocó a esa misión; tanto así, que esta pequeña obra de cámara parece, aún hasta hoy, sumamente atractiva, fresca e innovadora.
Es, sí, un trabajo atípico de su dramaturgo y director Gustavo Meza, líder de Imagen, lejos de las constantes temáticas del grupo -la cuestión social y el tema de la chilenidad-, quizás como un respiro de la dura contingencia. Se concentra en explorar nuevas formas de contar en escena y su índole intimista y emocional solo es comparable a "El submarino amarillo", de 2002, también una historia familiar determinada por el amor excesivo de una madre.
Con base documental -las muchas cartas enviadas entre 1930 y 1950 por una irlandesa avecindada en Chile a su hermana en Dublín, publicadas después en un libro de sicología- recrea en una sucesión de fragmentos yuxtapuestos la excluyente relación de una viuda joven hacia su hijo único, lo que le lleva luego a entrar en conflicto con su nuera algo liberal. En el ágil y sugerente relato lleno de cambiantes estímulos, incluyendo alusiones al devenir histórico, los tres se suelen narrar a sí mismos dirigiéndose directamente al público. Otro recurso muy novedoso para la época es la intervención de un cuarto ejecutante, un hombre enmascarado que hace de sonidista, utilero y ayudante de escena a la vista, y que en un momento sugiere la presencia del esposo difunto.
Todo lo cual define el resultado como un artificio teatral que se articula frente a nosotros y a cierta distancia, sin quebrar para nada su envolvente poesía, la nostalgia de un tiempo ido y su aire triste por los errores irreparables del pasado; una ficción que a la manera de un rompecabezas, nos convierte a la vez en juez y parte de los acontecimientos.
Como incentivo extra, la reposición permite el reencuentro con Yael Unger en el rol de Jenny, tras doce años alejada de la escena ("Anatomía de un caballo" fue su última aparición encarnando a Delia del Carril). Ella es una actriz sin duda de rico magnetismo.
Hay que decir, sin embargo, que mostrada en un escenario convencional la obra pierde parte de su vibración y proximidad como intensa experiencia personal; originalmente se dio en una estrecha habitación ante contados espectadores, y con los actores al alcance de la mano. La insuficiente iluminación a veces deja a los personajes en penumbras.
Teatro Mori Bellavista. De jueves a sábado a las 20:30 horas y domingo a las 20:00 horas, hasta el 13 de julio. Entrada general: $8 mil, a la venta por Puntoticket.