No es que nos importe mucho, porque los mismos jugadores han dicho que quieren ser primeros en el grupo. Y el mismo Sampaoli ha dado muestras -en el Mundial y antes- de que todos los partidos los juega por igual. Una selección que apuesta alto debe enfrentar a cualquiera, y si en algo importa el cruce con Brasil es porque la historia se ha empeñado en cruzarlos en el camino cuando más ilusiones teníamos. Pasó en 1962, el 98 en Francia, en 2010 con Bielsa. Y las derrotas siempre fueron categóricas.
Por eso lo preferible es evitarlos, más aún si van como dueños de casa.
Bastaría con ganar el grupo, pero el sorteo y las prebendas del local permiten que, jugando en el turno vespertino, Scolari pueda elegir ser segundo, también por una cuestión histórica: Holanda los mandó tempranamente a casa hace cuatro años.
La FIFA, que en estos casos solía hacer la vista gorda (Alemania provocó escándalos en 1974 y 1982), ahora decidió lanzar una velada advertencia. Su director de seguridad, Ralf Mutschke, sacando las castañas con la mano del gato, dijo que estarían pendientes porque el pleito entre Brasil y Camerún es "sospechoso de manipulación", más que la final del certamen incluso. Y aunque recularon casi de inmediato ("la prensa interpretó de manera errada lo que dijimos", señalaron luego), quedó en claro que habrá muchas miradas sobre aquel encuentro. No precisamente por los apostadores de oriente, que es el pretexto que han utilizado.
Peor están los de Costa Rica, que después de ganarle con justicia a Uruguay e Italia cayeron bajo sospecha y mandaron a siete de sus principales jugadores a someterse a exámenes antidopaje "de rutina". Por si las moscas, como se diría en buen chileno, aunque es evidente que el éxito de los "ticos" ante dos poderosos (hay que recordar que Uruguay manda por estos días en la Confederación), algo debe haber molestado.
Si tienen o no razón Blatter y compañía, lo sabremos con la lecha ya cocida, una vez emparejados los duelos de segunda fase. Igual, en las copas del Mundo es fácil ver bajo el agua, imaginar conspiraciones y reclamar porque nos tocó un árbitro de Gambia, que antes de viajar a Brasil fue despedido con honores en la casa de gobierno por el dictador de su país y que practica el "Buri", una lucha tribal que se disputa a pecho descubierto y al ritmo de tambores.
Cosas del fútbol.