Se dijo que a Sampaoli no le gustaban los nueves, y, a la larga, viajará con dos. Tanto Mauricio Pinilla como Esteban Paredes sobrevivieron al corte. No sé si habrá sido un factor determinante, pero en el partido contra Egipto, en los momentos duros del primer tiempo, lloraba un delantero por el centro que llevara marcas, pivoteara y abriera espacios. Contra Australia puede ser imprescindible, y en el resto de la ruta está por verse.
Parecía que Marcos González tendría un cupo asegurado en Brasil por un solo y exclusivo argumento: su altura. Sin embargo, el ex Flamengo se quedó abajo, como ya lo había insinuado el propio entrenador en la conferencia, porque no tiene carga futbolística. Las estadísticas sobre pelotas defensivas, goles que nos han convertido de cabeza y ordenamiento defensivo parecen haber inclinado la balanza, aunque, para hacer justicia, González fue mucho más que un tipo alto en las clasificatorias. Se salvó, sin embargo, José Rojas, quien tuvo un semestre para el olvido -como casi todos sus compañeros de la U-, pero en quien el técnico confía plenamente.
El fútbol responde a momentos. Si sacamos a los arqueros y aplicamos la norma de la historia pasada para Pepe Rojas, hubo apenas otros dos jugadores del medio local que lograron subirse a la nómina oficial de Sampaoli: José Pedro Fuenzalida y Esteban Paredes; ambos, del último campeón. Tomando en referencia el pleito con Egipto, la medida más reciente y válida, "Chapita" pudo subirse, porque Mauricio Isla aún está lejos de su mejor nivel, y por la derecha hacen falta alternativas (por el otro lado sobran). Lo de Paredes podría darse si es que Valdivia, pese a todas sus declaraciones, no está físicamente a punto, lo que le abriría opción al ídolo albo, aunque, en rigor, el reemplazante de Valdivia como nueve y medio (o enganche, si usted prefiere) perfectamente puede ser Alexis, que ante Egipto deslumbró habilitando. Ahora, si es por optar por jugadores resentidos, la mayor apuesta del grupo la hizo Del Bosque subiendo a Diego Costa. Y ese es un albur completo, incluyendo los ungüentos de placenta de yegua. Más parece brujería.
Miiko Albornoz está viviendo el sueño más dorado: pasó de ser convocado sorpresa a lidiar por la titularidad con ventajas. Hizo un buen examen a mediados de semana, pero con las dudas propias de un sector que no logró convencer, y no solo por los errores puntuales, sino por el sistema implementado. Si Chile está en el Mundial, es porque Sampaoli apostó siempre al riesgo, con resultados espectaculares. Hubo veces en que la audacia se pagó caro (el segundo tiempo contra Colombia es lo más rotundo), pero fue una apuesta que casi siempre llenó el gusto. En Brasil no debería ser distinto. Conservadoramente la mayoría podría pensar que Chile se resguardará más, sobre todo ante rivales tan calificados, pero es probable que esos duelos mano a mano de Bravo con los delanteros rivales sin marca se repitan más de una vez si no aparecen la dinámica, la presión sobre el balón y el sacrificio total. Así es la cosa. Lo fue y lo será. Asustarse ahora significa no saber quién está detrás de cada decisión.
Se fue Millar, quien aguantó todo el período de pruebas, porque aparentemente Vidal está en condiciones. Seguirá aguardando sin mucha expectativa de que se abra una ventana, pero lo suyo fue eso: entrenar de guardaespaldas.
Aquí estamos. Entregados al trabajo, a la fe y a la suerte. El tiempo de las especulaciones ha terminado.